PPA, El comisionado y PES

No ha mucho tiempo,

algunos de aquellos compañeritos, de cuyos nombres no quiero acordarme,

en lugar de agradecérmelo,

vieron la salida como una mancha en su curriculum…

El comisionado

—Aunque con retraso, ya está con nosotros el ministro de Pesca, Minería, Seguridad, Buenas Costumbres y recientemente nombrado comisionado antiburocrático y contra las corruptelas. Bienvenido, usted no necesita presentación, nos la ahorramos para pasar directo a las preguntas…

—Disculpe, compañero entrevistador, impetuoso showman y presidente encargado del programa, haré una autocrítica. Los servidores públicos disponemos a nuestra real gana del tiempo que sea necesario para informar al pueblo, sin preocuparnos por ahorros de ninguna clase. Así que haz tu trabajo con pausa que vamos de prisa.

—¡Ejem, ejem! Sí… yo… gracias a usted comenzamos los carnavales de 2025 con buen pie. Ayer le propinó un baño de agua fría al burocratismo.

—¿Y?

—Y… cito las palabras que usted dio: "¡Burócratas peleles, no se vistan que no van!, nada de enroques, el que no sea eficiente y no logre solucionar en su puesto será puesto tras las rejas a pan y agua, caiga quien caiga". Esas palabras suyas pasarán a los anales de la lucha contra el burocratismo y otros vicios de la gestión pública.

—Gracias por tu equilibrada presentación.

—Lisonjeando no ofendo ni temo, ministro.

—¡Fino!

—El país quiere saber sobre su lucha codo a codo con el burocratismo. ¿Cuál es su experiencia en esta materia?

El ministro se estira en la silla, toca su reloj de pulsera —cuya marca se reserva el narrador porque no le van a querer pagar por la publicidad— y sonríe con todos sus dientes:

—Bueno, antes de que se fusionaran varios ministerios, presté mis servicios como titular en el de Pesca y en el de Minería; y en el intermedio estuve casi tres meses de agregado de negocios en un país del Ártico europeo, allí me tuvieron enfriando por el caso aquel…

—Discúlpeme usted también, vamos con lo que quieren saber los televidentes, que el tiempo es oro.

—¡Igual lo son otros minerales!

—Ya lo creo. Tengo entendido que su experiencia en materia antiburocrática viene desde antes de llegar a gobierno.

—No lo mencioné porque no me gusta presumir de mis éxitos institucionales: empecé integrando el tribunal ético y disciplinario del partido. Este es mi año 13 allí, me lo tomaré de sabático.

—¡Guao, que coll! ¿Quiénes otros integran ese tribunal?

—Más que nombres y apellidotes lo importante es el modesto legado que aportamos a las instituciones. Inicialmente el tribunal del partido lo conformábamos cinco compañeritos, cada uno de los cuales presidia una comisión unipersonal, incluyendo a mi mentor político. Pero tuve que poner los intereses superiores por encima de mis afectos: reduje el número de miembros.

—¡Qué maravilla!, ¿puede darme más beta?

—¡¿Queee?! ¡el que da lo que tiene, a pedir se queda!

—No dije veta, ministro, dije beta con "b" larga, me explico, le pregunté si me da más noticias sobre lo que hizo en el tribunal disciplinario.

—De esa sí. Mira, echando mano de un novedoso expediente, expulsé del tribunal disciplinario a la banda de los cuatro. Fue histórico, los muy chinos se quedaron con los ojos blancos. Lo digo sin falsa modestia.

—Insisto: ¿nombres?

—Por consideración no entraré aquí en pormenores, ellos ocupan hoy mayúsculas responsabilidades de gobierno y hay que dejar quieto lo que está quieto, uno nunca sabe.

—Cualquiera que lo conozca como yo, podría pensar que eso fue una zancadilla más, propinada desde las charcas putrefactas de la política tradicional.

—Sé nadar… perdón, sé dar uno que otro golpe, de suerte para mí, al azote de la burocracia. No podemos estar de foro en foro criticando a las organizaciones internacionales por estar infectadas de esa fangosa desviación administrativa mientras amenaza el funcionamiento del partido y corrompe todo a paso de ganadores.

—¡Fantabuloso, ministro comisionado!

—Lo que hice en el tribunal disciplinario fue reducir la burocracia, eran cinco y lo llevé a uno: yo. Y los ahorros derivados de las comisiones se destinaron a Caridad, la frinchi.

—Este país necesita mas hombres como usted.

—Se reciben muchas calumnias. No ha mucho tiempo, algunos de aquellos compañeritos, de cuyos nombres no quiero acordarme, en lugar de agradecérmelo, vieron la salida como una mancha en su curriculum. Flaco favor que le hacen a la democracia al lanzarme sus rabiosos galgos para ponerme el remoquete de: El Luis XIV del siglo XXI.

—Eso es cruel.

—Y brutal, amigo entrevistador.

—El burocratismo es hermano de la corrupción.

—Tú estás claro, hermano mío.

—¿Háblenos en concreto de los resultados de su paso por el tribunal partidista?

—Te respondo con la precisión de las estadísticas: 100 % de productividad. Cada uno de los cuatro de la banda a los que levanté expediente fueron a dar a la procuraduría fiscal de la nación para la imposición de las sanciones correspondientes. Lo que pasó después no era asunto de mis atribuciones legales.

—Usted hizo su trabajo, que fue muy disuasivo, ya que después no fue necesario abrir más expedientes.

—Correcto.

—Ministro comisionado, veo que su gestión fue preventiva y ejemplarizante. Todavía hoy en día el país recuerda su consigna de entonces: "Más vale prevenir que lamentar".

—Nunca me he lamentado de nada, aunque en la calle se la pasan mentándomela.

—¿Lo presionaron?

—No sé qué es una prisión ni quiero volver a entrar a ese sitio, me da claustrofobia.

Fuera de cámara el entrevistador y el floor manager del programa intercambian señas: ninguna llamada de los televidentes.

—Las líneas están que revientan, de todo el país llaman para participar. Un poco de paciencia, por favor, prometo que el ministro les responderá sus preguntas.

—Con gusto, trabajo para servir al ciudadano.

—A propósito. Hablemos de los asuntos del ciudadano de a pie. ¿Qué es PPA?

—PPA es el "Plan Pan y Agua", el LXXVIII plan contra el burocratismo y colateralmente contra su pariente, la corruptela. Lo concebí en una noche de resaca pescando en el mar.

—¿Y?

—Con PPA el que se resbala por ineficiente, pierde y paga cana. Con todo, para que no nos acusen con la cantaleta y que autoritarios o inflexibles, disponemos de otras opciones de pago.

—Disculpe, ¿puedo llamarlo su excelencia?

—Si, de 3 a 4 de la tarde. Te atenderá cualquiera de mis chicas asistentes.

—No me entendió, le pregunté: ¿si le puedo decir su excelencia?

—De ninguna manera, estoy contra todas las castas, son peor que los cogollos.

—Opino tan igual como usted.

—No te pases, avioncito.

—Je, je… Ministro, usted dijo que el que se resbala, pierde; empero yo conozco gente que se resbala en lo seco y se levanta en lo mojado.

—¡¿Cómo?! ¡¿Lo dices por mí o por los manantiales de agua que hay que vaciar para extraer los minerales que necesitan los ciudadanos?!

—No, no, no… por nadie, lo digo porque hay sectores aguadores de fiesta que aseguran que PPA es puro palabrerío demagógico de circo sin pan.

—¡Pamplinas!

—Escuche lo que dice uno de esos aguadores, un palangrista de oficio: "PPA es un delirio publicista del ministro que pesca, un aborto derivado de los efectos espirituosos de las fiestas de carnaval". ¿Qué le contesta?

—¡Brindemos por tanta cochina envidia!

—¡Fashions!

—Sigue leyendo el panfleto, muchacho.

—Sigo: "No es un plan el del ministro, eso que hizo no tiene ningún fundamento científico ni técnopolítico".

—Lo sospeché y ahora estoy seguro por dónde viene la bola. Mira, no hay que andarse con pequeñeces haciendo detallados proyectos; y mucho menos eso que mientan Planificación Estratégica Situacional, el tal PEZ o PEX, algo así.

—¿Qué hacer, ministro comisionado?

—Lo que hay es que ir a la acción, este no es el momento de estar en un escritorio lleno de papeles y estadísticas desactualizadas. ¡Aquí se acabó la integridad!

—Usted querrá decir que se acabó la impunidad.

—Los recursos son escasos y muchas las necedades para estar dando a diestra y siniestra. Que cada uno tenga lo que se merece más mal que bien, y mejor si por esfuerzo propio se obtiene más de lo merecido. Eso sí, sin discriminaciones por razones de mérito, necesidad, capacidad ni de otras trasnochadas pajueras.

—Ministro de pesca, anticorrupción y otras competencias a su digno cargo y ejercicio, como dice Pablo en su canción: El tiempo pasa. Debemos aprovecharlo para hablar de lo que más interesa al pueblo televidente, de manera que podamos consolidar una opinión crítica, responsable y demos gracias por eso.

—Pregunte, pues.

—¿Qué puede informar sobre los avances específicos logrados en su nuevo cargo?

El funcionario de alto nivel se estira aún más en su asiento, mira al entrevistado condescendientemente y con la confianza de un bateador que ve venir —otra— bola en modo bombita se afinca con el madero:

—A nuestros ciudadanos televidentes les daré una primicia nacional e internacional: hemos descubierto la existencia de una "Agrupación formada por dos o más personas con carácter estable o por tiempo indefinido, que de manera concertada y coordinada se reparten diversas tareas o funciones con el fin de cometer delitos" en la administración pública.

—¡Hummm! Su respuesta se me parece a una definición de la RAE, ¿verdad? ¿En cuatro palabras lo que quiso decir fue: "descubrimos una organización criminal"?

—Si y sí. La verdad vaya por delante: sujetada de pies y manos.

—¿Y en qué servicios públicos actúa esa banda?

—¡Toca en todos los sitios!

—¿Modus operandi?

—A las 0800 y a las 1200, horas del desayuno y almuerzo, respectivamente, suelen aparecer extraños individuos coordinados entre sí, en distintas oficinas, llevándole a los empleados panes, galletas como la mini tamba, café, algún pedazo de queso y una que otra empanada, tequeño o pastelito. Todo eso con el deliberado propósito de debilitar la moral y socavar la ideología del buen servidor público.

—Nunca me imaginé que con gestos tan nobles se tramara tan graves despropósitos.

—Todos los días sale un pendejo a la calle… Hay más: con la excusa de agradecer algún trámite, no pocas veces los criminales se aparecen hasta con un almuerzo completo, que de nada sirve porque los trabajadores se lo comparten entre dos y tres.

—¿Consecuencias, ministro?

—Para mí, ninguna. Yo tengo mis cuatro platos diarios asegurados, además de los pasapalos que uno pica por aquí y por allá.

—¿Eso es como mucho?

—Es que tengo la hemoglobina baja: 16.4.

—Entiendo. Sin embargo, mi pregunta es sobre las consecuencias que para la nación tiene que esos malhechores saquen provecho de algunas pequeñas debilidades, no suyas, sobra decirlo, sino de nuestras flacas instituciones.

—Ah, sí, el resultado de esas fechorías es "la afectación de la calidad, cobertura y continuidad de los servicios públicos, cuya prestación es una obligación a cargo del estado, bien en forma directa o indirecta, a través de la figura de la concesión".

—Hummm, dejémosle esta vez así. Su excelencia, ¿dónde ocurren esas perversiones contra el decoro institucional y la seguridad del pueblo?

—No solo en los pueblos, también ocurre en las ciudades y en las capitales de provincia, lo que revela que se trata de una organización muy bien organizada a escala nacional y el problema, créeme, está escalando cada vez más.

—¿Cómo quedan las prácticas de urbanidad y buenos modales que nos enseñaron nuestros padres y abuelos a las horas de las comidas?

—Esa es una muy buena pregunta para un chef, yo ni siquiera sé cocinar un huevo.

—La interrogante de rigor: ¿esa organización tiene conexiones internacionales?

—¿Qué comes que adivinas? Pese a todo, hermano entrevistador, no hay porque preocuparse. Aprovechando mi amplia experiencia en la diplomacia saldré en los próximos días hacia la vieja y decadente Europa, allí iniciaré las pesquisas en Costa del Sol, en el mediterráneo español.

—Usted no pierde pista.

—Ni oportunidad, por eso es que nunca lamento nada.

Entrevistador y floor manager vuelven a intercambiar señas: no hay novedad.

—Seguimos recibiendo llamadas. Le dan las gracias al comisionado por su brillante desempeño funcionarial.

—No hay por qué.

—¿Podría decirnos cuál es el perfil de esos bandidos que suelen aparecer en las horas del desayuno y del almuerzo tratando de afectar los servicios y adelgazar el prestigio de las instituciones?

—Aclaro oscuro: esa pandilla ha logrado enrolar a sujetos de distintos niveles, procedencia y calaña.

—¿Puede ir más al fondo, comisionado?

—Prefiero la superficialidad, mi zona de confort, aun así, lo intentaré: hemos encontrado todo tipo de maleantes camuflajeados de abuelitas, esposos y esposas, enamorados, don juanes, cafeseros, empanaderos, vendedores de pastelitos y demás. No pocos se hacen pasar por público usuario y con la excusa de agradecer algún trámite promueven mordidas.

—¿Detenidos?

—Menos de lo que quisiéramos, más carecen de imaginación…

—¿Imaginación? No entiendo.

—Elemental, mi querido entrevistador. Por poner un ejemplo: muchos alegan que al solicitar en la web la cita para sacarse la cédula, la plataforma no les expide la fulana cita, por más que pasen horas intentándolo. ¿No le parece mucha casualidad que todos tengan la misma coartada?

—No sé qué decir.

—Veras, no es la única contradicción en que incurren en sus declaraciones. Resulta que hay otra todavía más grave: todos terminan yendo sin previa cita a las oficinas de expedición de cédulas. Es obvio que estos patrones de conducta no pueden ser más que delictuosos, revelan una previa concertación y agavillamiento a fin de subvertir los procedimientos administrativamente establecidos.

—¿Conclusión?

—Esos malhechores desprecian el estado de derecho y a la inmaculada concepción de gobernanza de nuestras altas y supremas autoridades.

—¡Oooh, es cierto, ministro!

—Sí, me alegra ver tu cara de pen…

—Usted está golpeando duro a poderosos intereses. ¿Podrá volver a soportar las presiones?

—Tu pregunta me da claustrofobia. La siguiente.

—¿Alguna otra comisión que contar?

—Prefiero primero tener los pelos en la mano.

—Última pregunta: ¿hay relación entre la inflación, los supuestos bajos salarios de los trabajadores públicos y las prácticas criminales que está usted desmantelando?

—Absolutamente ninguna. De hecho, la pregunta es un exabrupto, es como pretender que, entre el fuego, la gasolina y un piromaníaco pueda existir posibilidad alguna de una relación concomitante.

—A propósito, ministro, los teléfonos están encendidos de llamadas. El tiempo nos arrasó. ¿Contamos con usted para una nueva entrevista en los carnavales del próximo año 2026?

—Caiga quien caiga aquí estaré, mientras las caretas sigan bien puestas.

—Háganos el honor de obsequiarnos las palabras de cierre.

—¡Que viva la PPA!


 



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Servio Antulio Zambrano


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