¿Y si María Corina salta la talanquera?

Hagamos un sencillo ejercicio de imaginación: pensemos que en una mañana cualquiera un diputado de la ultraderecha oposicionista salte la talanquera, como se dice en venezolano, y se pase al partido de Lina Ron. En esa misma ruta imaginemos a María Corina Machado apoyar una ley contra el latifundio en concordancia con los diputados socialistas; pensemos en una coincidencia de posiciones entre Enrique Mendoza y Oscar Figueras (PCV) condenando el financiamiento que hace el Departamento de Estado a las organizaciones venezolanas que trabajan para sacar al presidente Chávez de Miraflores.

¿Es improbable esta escena coincidente en la próxima Asamblea Nacional? Ciertamente es un escenario imposible, no tanto porque lo adelante yo desde este escrito dominguero, sino por la perceptible contundencia ideológica que se derrocha en el traje de personajes como María Corina Machado, Enrique Mendoza o cualquier oposicionista formado en el linaje político de la cuarta república y en las nuevas franquicias filomayameras como Primero Justicia y la organización Súmate.

Ahora miremos hacia la otra cámara haciendo igualmente un ejercicio imaginativo. Supongamos que en una mañana cualquiera un diputado del PSUV salte la talanquera -como se dice en criollo- y coincida con sus colegas oposicionistas reunidos en la MUD apoyando repentinamente la derogación de la nueva Ley de Educación Universitaria, por ejemplo.

¿Es posible este marco coincidente en el próximo parlamento? Lamentablemente, a diferencia del primer ejercicio, este es un escenario previsible y ya muchos empiezan a temblarle las piernas con la sola idea de pensar que algunos socialistas armonicen con el oposicionismo dejando en precarias condiciones la nueva correlación de fuerzas en la nueva AN.

Obviamente, los redactores de esta ley no estaban pensando en los posibles actos de arrepentimiento de diputados como Pastora Medina o Ismael García; al contrario, los creadores de esta norma sacaron cuenta de su propia piel; de ese plumaje de gallina que no le resiste dos pedidas a la ostentación, a la posición nobiliaria que ofrece el nuevo cargo político y, sobre todo, al ofrecimiento que dan las sirenas con su irresistible canto seductor; melodía que promete visas de residencia y apartamentos en el primer mundo, boletos aéreos, cuentas en dólares y otros privilegios previstos en la maleta de garantías que ofertan los operadores del Departamento de Estado cuando se trata de debilitar cualquier proceso revolucionario en cualquier lugar del planeta.

Pensando pues en los dos escenarios señalados, la iniciativa punitiva está  dirigida exclusivamente a los parlamentarios del PSUV; una ley que obliga a los diputados de este partido a presumir de ser revolucionarios a juro aunque éstos no lo crean así, ni hayan proyectado la más mínima condición revolucionaria a su vital existencia.

El texto de ley habla de fraude y según la normativa se castiga “toda conducta que se aparte de las orientaciones y posiciones políticas presentadas en el programa de gestión de oferta electoral". Con razón el pánico. 

Pero sostengo que el fraude no está en que cualquier diputado se desvíe hacia otra bancada en la composición política de un parlamento; el fraude está en la manera de cómo el partido maneja los procesos internos para la postulación de los cargos, en el proceso para elección de los candidatos, generalmente promovidos por lobbys de poder donde participan gobernadores, alcaldes, gestores de empresas transnacionales y funcionarios gubernamentales que han aprendido a combinar con mucha eficiencia política con negocios. “La culpa no es del saltarín, sino de quien le da la garrocha. Nombra nulidades, cosecharás traiciones”, dice Luis Britto García.

Los redactores de la ley saltatalanquera no quieren correr riesgos y saben que muchos parlamentarios llegan dispuestos a escuchar los cantos de sirena que ofrecen los operadores con chequera y no quieren el bis de la primera y segunda versión de la AN cuando un montón de oficiantes de la política aprovecharon las bondades ofrecidos por los partidos chavistas para ocupar cargos de representación; hecho que, por su propia cuenta, jamás hubieran logrado.  

Eso sí, celebro una Asamblea Nacional dirigida por Fernando Soto Rojas, un histórico de la izquierda venezolana que llega a este importante puesto político sin nunca antes haber ocupado cargos en ninguna instancia de gobierno tras una larga trayectoria militante; sin embargo no todos los diputados restantes son Fernando Soto Rojas, muchos llegaron porque un escaso alcalde y un precario gobernador les hizo el favor vaya usted a saber con cuál propósito.

A pocas horas de la apertura de la nueva AN ojalá no tengamos que escuchar en palabras de uno de estos diputados que María Corina Machado está más buena que la Shapanova o que Enrique Mendoza es realmente un tipo serio que le gustan las mujeres.

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Freddy Martínez


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