¡Que porquería esa sociedad que nos rodea, y nos criminaliza!

Pero esa sociedad que nos rodea y empapa, que nos irá también dando forma (que formará los hábitos de nuestra mente y las destrezas o rutinas de nuestro cuerpo) no sólo se compone de personas y objetos. Es una red de lazos más sutiles o, si prefieres, más espirituales: está compuesta de lenguaje (el elemento humanizador por excelencia), de memoria compartida, de costumbres, de leyes... Hay obligaciones y fiestas, prohibiciones, premios y castigos. Algunos comportamientos son tabú y otros merecen general aplauso. La sociedad guarda por tanto información, mucha información. Nuestros cerebros humanos, puestos en marcha por el lenguaje, empiezan a tragar desde pequeñitos toda la información que pueden, digiriéndola y almacenándola. Vivir en sociedad es recibir constantemente noticias, órdenes, sugerencias, chistes, súplicas, tentaciones, insultos... y hasta aberraciones como el texto que ya ha sido aprobado por el Consejo de Ministros de Asuntos Internos de la Unión Europea y prevé que la duración de la detención administrativa para los inmigrantes indocumentados sea de hasta 18 meses, esta medida desproporcionada representa una verdadera criminalización de la persona inmigrante, a la que se le priva de su libertad ya que se le recluye en lugares inhumanos y degradantes, sin haber cometido delito alguno. Toda una existencia viviendo de los pueblos, de donde son oriundo los inmigrantes; y ahora como si nada, una patada por el trasero !y suas¡ se van, no los queremos ver en nuestro país, y ya, resuelto el problema de los inmigrantes; así mismo este texto prevé también la posibilidad de retener y expulsar los menores no acompañados !que les parece camaradas¡ Es que estos señores, no se acuerdan que ellos también fueron inmigrantes.

La sociedad nos excita, nos estimula, nos pone a cien; pero la sociedad nos permite, además, relajarnos, sentirnos en terreno conocido: nos ampara. La selva, el mar, los desiertos también tienen sus leyes, su propia forma de funcionar, pero no están a nuestro servicio y muchas veces pueden resultarnos hostiles o peligrosos, incluso letales. La sociedad se supone que está pensada por hombres como nosotros y para hombres como nosotros: podemos comprender las razones de su organización y utilizarlas en nuestro provecho. Digo porque a veces en la sociedad hay cosas tan incomprensibles y tan mortíferas como las peores de la jungla o del mar, vuelvo al texto, que ya ha sido aprobado por el Consejo de Ministros de Asuntos Internos de la Unión Europea, el mismo ha hecho desaparecer muchas garantías de procedimiento legales para los inmigrantes que quieran recurrir contra su expulsión. Aquellos inmigrantes expulsados que quieran usar su derecho de asilo serán privados del mismo. Seguro que actualmente existen inmigrantes hospedados en campos de concentración, y en donde muchos hoy padecen los horrores de la guerra y de la persecución (política, religiosa, la que sea) no se imaginarían más desdichados en pleno desierto o en una isla remota, batida por tempestades. Sin embargo, sigue siendo cierto que lo más natural para vivir como hombres es precisamente la sociedad, pero no una sociedad aberrante como en la que estamos viviendo.

En el bosque o entre las olas podemos llegar a sentirnos a veces (por un cierto tiempo) a gusto; pero en la sociedad nos sentimos a fin de cuentas nosotros mismos. De la naturaleza somos biológicamente productos, pero de la sociedad somos humanamente productos, productores y además cómplices.

Decir que costumbres y leyes son convencionales, además, no equivale a negar que se apoyen en condiciones naturales de la vida humana, es decir en fundamentos nada convencionales. Pero los seres humanos tenemos unos instintos menos seguros o, si prefieres, más flexibles. Los bichos aciertan casi siempre en lo que hacen, pero no pueden hacer más que unas cuantas cosas y pueden cambiar poco; por el contrario, los hombres nos equivocamos constantemente hasta en lo más elemental, pero nunca dejamos de inventar cosas nuevas... hallazgos nunca vistos y también disparates nunca vistos. ¿Por qué? Porque además de instintos estamos dotados de capacidad racional, gracias a la cual podemos hacer cosas mucho mejores (¡y mucho peores!) que los animales.

Es la razón la que nos convierte en unos animales tan raros, tan poco... animales. Por medio de la razón patentamos suplementos y complementos a nuestros instintos. Somos, me hago entender, instintivamente racionales. Los animales no tienen más código que el código genético; nosotros tenemos también el genético, desde luego, pero además el código penal, el código civil, el código de comercio y el código de la circulación... entre muchos otros. Esas leyes que pactamos entre nosotros y que obedecemos con la cabeza no son ni puramente instintivas ni puramente racionales, sino que mezclan estímulos distintos y a veces paradójicos; ¿será racional el texto que ya ha sido aprobado por el Consejo de Ministros de Asuntos Internos de la Unión Europea y prevé que la duración de la detención administrativa para los inmigrantes indocumentados sea de hasta 18 meses?, esta medida desproporcionada representa una verdadera criminalización de la persona inmigrante, a la que se le priva de su libertad ya que se le recluye en lugares inhumanos y degradantes, sin haber cometido delito alguno. Como las convenciones vienen en parte del instinto, su objetivo último es el mismo que sirve de base a todos los instintos: la supervivencia de la especie. Pero como son también instintivamente racionales, además de sobrevivir responden al deseo de vivir más y mejor. Porque las sociedades humanas no son sencillamente el medio para que unos animaluchos algo tarados como somos los hombres y mujeres podamos vivir un poco más seguros en un mundo hostil.

Aunque sea una exageración; en nuestros pueblos hay más inmigrantes europeos que nacionales.

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José Antonio Velásquez Montaño.


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