El diario de Oscar Heck – el 22 de mayo del 2024

Me gustaría poder decir solo cosas buenas y bonitas de Venezuela, mi país preferido de todos los que he conocido (34), por eso vivo aquí, eso, aunque se me hace extremadamente difícil vivir aquí con una pensión venezolana que era de casi $500 al mes en el 2012, y que hoy es menos de $5 al mes, mientras el costo de la vida hoy aquí en Venezuela está a menudo por encima del costo básico de vida en EEUU, Canadá, y partes de Europa.

Les estoy escribiendo desde mi computadora destrozada por los continuados apagones y fluctuaciones eléctricas, mi octava computadora desde el 2010, todas destruidas desde el 2013 por las masivas y constantes fallas del sistema eléctrico nacional, casi no veo lo que estoy escribiendo porque mi pantalla (afectada por el hardware interno dañado por las fallas, capacitancia alterada) distorsiona el contenido y los colores y todo se mueve constantemente en la pantalla.

Bueno …

También, para que sepan, les escribo desde otro apagón más, usando lo que me queda de la pila, y, tampoco hay internet, ni telefonía, ni tampoco funcionan los megas en mi teléfono, sí señor, así es, estamos incomunicados, y si habría una emergencia médica, bueno, no habría nada que hacer, pareciera que a nadie le importa un chorizo de todas maneras, que se joda el pueblo, sí señor, que malgasten su poco dinero en aparatos eléctricos que el Estado nos quema regularmente, neveras, ventiladores, televisores, computadoras, etc., sí señor.

Se preguntarán tal vez por qué adoro Venezuela, cuando, realmente, desde hace unos 10 años, no hay gran cosa buena que decir sobre este país, ¿verdad?

Bueno.

¿Qué se podría decir de bueno al respecto?

En mi caso, es que, contrario a mucha gente, a mí me gusta mucho el calor y los colores brillantes y el caos y el desorden, me gustan los retos, o sea, más difícil el reto, más me interesa, soy un aventurero, un bohemio, un artista y matemático, un inventor a quién le gusta los problemas con el fin de enfrentarlos de cara como monstruos, y resolverlos, y eso, aunque me mate en el intento, así como me ha estado ocurriendo desde hace 12 años aquí en Venezuela, durante los cuales he vivido dos trombosis, seis ACVs, cuatro ataques de corazón, varios episodios de insuficiencia cardíaca, y por lo menos treinta ataques de mi enfermedad genética, todo eso sin atención médica, sin dinero lo suficiente, y sin ayuda de mis vecinos o familiares o amigos (que no tengo) aquí en Venezuela, pero sí con ayuda de la casa de alimentación hasta el 2014 cuando ese servicio desapareció por completo en la región andina-fronteriza donde vivía en aquel entonces.

También, la falta crónica de alimentación y nutrición adecuada, me está matando, sin embargo, este fenómeno, el cual es nuevo para mí (desde el 2013), sigue siendo un reto y una fuente de inspiración creativa que me obliga constantemente a resolver sin nada, de alguna manera, y eso, aunque tenga cerca de 70 años de edad y que básicamente no tenga pensión porque el Estado nos la robó. Así nos están matando a los ancianos, sí señor, pero, suerte que tengo mucha fuerza física y un carácter de CDM, porque si no, ya estaría muerto de mengua o de hambre o de alguna enfermedad a raíz de la desnutrición crónica, así como les ocurre hoy a muchísimos ancianos maltratados, o, más bien, tratados como animales en jaulas.

Posiblemente, esa sería la única significativa cosa buena que tendría de decir hoy sobre Venezuela aparte del clima y su belleza natural, y eso es que, tanta gente pobre (el 80%) enfrenta sin nada, sin recursos, y sin compasión, una bárbara realidad desesperante, y de alguna manera, muchos sobreviven, aunque en un estado mínimo de existencia humana digna, pero sí sobreviven, y eso es muy admirable. No puedo decir mucho más de bueno o excelente sobre la gente como tal por ahora, excepto eso, es que la gran mayoría se encuentra en una situación de egoísmo propio extremo similar a la mía, todos estamos pendientes casi únicamente de sobrevivir nosotros mismos y de encontrar la fuerza interna para poder seguir viviendo en este infierno inhumano y cruel, sin dinero, sin comida adecuada, y sin medicamentos, sin ropa, sin zapatos, sin jabón, sin agua, sin luz, sin gas, sin gasolina, fundamentalmente, sin nada decente ni digno.

Eso tal vez sería lo único bueno, por lo menos visto desde dentro de mi mundo donde yo vivo con el resto del 80% de la población venezolana que está casi totalmente jodida y desgastad hasta los huesos, incapaces de salir del país como lo han hecho casi 8 millones que se han ido, y siguen yéndose, con el fin de recobrar un poco de dignidad humana.

Solo en los últimos tres meses, he conocido sobre unas 25 personas, la mayoría entre las edades de 20 y 30, que se han ido del país, algunas a Colombia, otras a Chile, otras vía el Darién hacia EEUU, y otras a España, sin embargo, conozco a por lo menos 100 personas personalmente aquí en mi entorno, que quieren irse, y se irán cuando puedan sin importar quien gane las venideras elecciones presidenciales, ya es demasiado tarde, no hay retorno, dejando atrás a Venezuela y a un país más y más vacío cada día de talento y de trabajadores técnicos, ingenieros, personal de salud, maestros, obreros, agricultores, etc.

Para mí, hemos regresado a los tiempos cuando Pérez Jiménez gobernaba y tuvo que importar la mano de obra especializada para poder hacer salir adelante a Venezuela de su retraso social, allí estamos hoy, otra vez, un país en retroceso. Cualquiera que tome las riendas del país, tendrá que hacer eso, de importar todo incluso la mano de obra especializada porque ya casi no queda nada aquí en este país, por lo menos nada de calidad en términos de capacitancia o capacidad para enfrentar un desarrollo social estable y moderno.

Por ejemplo, sin la infraestructura adecuada (la cual aquí en Venezuela está casi totalmente destruida), ningún proyecto de ningún tipo podrá ser exitoso a mediano y a largo plazo, y por eso todos los proyectos que he visto hasta ahora (incluso los míos), aunque sean buenos, son de muy corta e inestable duración, solo sirven de curitas.

Por ejemplo, por estos lados, uno de los tipos que montó una venta de perro calientes, duró 3 años solamente y quebró, se quedó sin nada, y se fue, otro duró menos de dos años, y tuvo que vender sus equipos. Los quioscos de la playa, la mayoría, están cerrados o abren solo de vez en cuando, con nuevos operadores y empleos temporales.

Las busetas nuevas, las venden. Las casas, en su gran mayoría, no han tenido mantenimiento desde que sus dueños se fueron del país y dejaron a familiares pobres, sin empleos, para "cuidarlas."

Las tiendas abren, y después de varios meses, cierran sus puertas.

Y así va la cosa, un país en quiebra sin esperanza, sin futuro cercano.

Cada día es un enorme y a veces agobiante desafío, pero no debería ser así, no era así antes, no tan así, y cada día lo veo peor que el anterior. Todos mi proyectos (y los de la mayoría), han fallado o fallido desde el 2013 sea por falta de materia prima, por falta de insumos, por falta de ventas, porque si la gente no tiene plata, ¿cómo van a comprar?, o por falta de luz, agua, telefonía e internet, o debido al robo y a la ineficiencia de los pobres empleados deprimidos y sin educación o entrenamiento o esperanza, sin dignidad, o por el matraqueo por parte de los funcionarios del Estado, y cosas así.

Sin embargo, sigo intentando, de todas maneras, no tengo nada más que perder aparte mi vida, y mi vida aquí en Venezuela, así como la vida de la enrome mayoría pobre (el 80%), es indigna y no vale mucho de todas maneras.

Se me está acabando la pila.

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Oscar Heck

De padre canadiense francés y madre indígena, llegó por primera vez a Venezuela en los años 1970, donde trabajó como misionero en algunos barrios de Caracas y Barlovento. Fue colaborador y corresponsal en inglés de Vheadline.com del 2002 al 2011, y ha sido colaborador regular de Aporrea desde el 2011. Se dedica principalmente a investigar y exponer verdades, o lo que sea lo más cercano posible a la verdad, cumpliendo así su deber Revolucionario ya que está convencido que toda Revolución humanista debe siempre basarse en verdades, y no en mentiras.

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