El camarada, mueve una nube para ver su feudo y sentir, cómo va su teoría del queso rallado

En su angustia y entre un ir y venir en el pequeño espacio donde se encontraba, el camarada apartaba una nube y veía pa'bajo. Entre los dientes, repetía una y otra vez: ese no era de fiar. Su condición de poeta - se decía-, no cuadraba con esa manera que tiene con los temas pendientes.

Al rato, volvió a mover nuevamente una nube y con especial cuidado; este camarada, que conocimos con su especial grito guerrero de "batalla en batalla", se dispuso a ver específicamente lo que en otros tiempos no remotos, fue su feudo. Fue graduando su visión de águila que nunca le falló y ya cuando tenía seguridad sobre la nitidez de su mirada, comenzó a observar desde lo alto, la extensión de los 43 300 km², que en tiempos no muy lejanos, fue su feudo más importante. Concentró su mirada entre las coordenadas 10°08'40" norte y 64°40'38" oeste, en la región nororiental del país.

Al ver la situación, no pudo evitar llevarse las manos a la boca y exclamar: ¡Virgen María! Madre de Dios. Ruega por ellos, ahora y en la hora de sus caídas.

Hizo un gesto como el que cierra una ventana y se volvió a quedar solo en un lugar que no era el paraíso y que San Pedro tiene dispuesto como lugar de espera, mientras se tomaba su tiempo para revisar papeles. En ese lugar, el camarada podía estar con la visa de turista, pero llevando el peso de una gran angustia y preocupación. Mientras caminaba sin rumbo fijo, preguntó por una farmacia, pero no tuvo respuesta.

En la soledad y mostrándose pensativo, pensó en aquella su teoría del queso duro rallado. Se sintió medio nostálgico y jaló aire muy fuerte como intentando con ello purificar sus pulmones y liberar su mente. Con mucha lentitud jaló hondo y fuerte. Cuando sintió sus pulmones llenos de aire fresco, intentó relajarse y con calma fue soltando el aire y dijo con cierta ingenuidad y sin ninguna incomodidad: ¡coño se cogieron el queso! .

Quería, como encontrar una nube que le permitiera allá, continuar con su labor protectora tan efectiva, pero sintió que los regímenes celestiales son rigurosos. El poder está mucho más centralizado y concentrado. Pensó en Diosdado y se detuvo a ver a San Pedro, que en ese momento supervisaba una empresa estadal rendidora, conducida por trabajadores y que estaba produciendo buenas ganancias sin necesidad de haberse rescatodo media docena de veces. Frunciendo el ceño, comprendió la diferencia y luego en tono afirmativo, se acordó que allá por donde andaba no habían partidos con las siglas AD, Copei y sus derivados pero se extrañaba, que todavia no habia visto tipos con guayaberas rojas ostentosas y gente de barrios con franelitas que en un momento fueron rojas.

Por primera vez, después de muchos años sin saber de eso, supo lo que era la impotencia. Hizo memoria y determinó, que esta incomodidad de la impotencia, llegó a sentirla cuando andaba de pana con el chaparrito que se crió por el sector El Yaque de Puerto La Cruz y que en una oportunidad fue gobernador de Bolívar y antes de eso, fue matancero.

Al rato, volvió a mover una nube para ver y solo atino a decir: Dios sabe lo que hace.

Se paró y antes de irse a un sitio más solo, se acomodó y gritó: de batalla en batalla y así, se fue perdiendo entre una espesa neblina.



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Amaranta Rojas


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