Stalin Pérez Borges: sembrar un compromiso

Que difícil es despedir un compañero de luchas, un camarada. Más aún cuando es alguien como Stalin que demostró una constancia y consistencia a toda prueba, acompañada de una humanidad sencilla y espléndida.

Es inevitable una desazón, una especie de orfandad en el espíritu, que se suma a una enorme tristeza, por está prematura partida.

Quizás obedece a una terca percepción de que ninguno debería irse, pues la misión de cambiar el rumbo del mundo aún no ha podido cumplirse. Pero también es una realista constancia del vacío que deja.

Perdónenme que no logre concentrarme en su legado político, organizativo y humano, cómo militante revolucionario, que en parte ya han esbozado otros.
Me siento abrumado por esa orfandad de fraternidad militante.

Al mismo tiempo me siento en libertad de expresar estás subjetividades. Y ese es parte del legado que le debo a los últimos años de relación personal y política con Stalin.

Conocí a Stalin en aquellos ’80 cuando ya era él un militante comprometido y dedicado de los intereses inmediatos e históricos de los trabajador@s, vale decir, de la Humanidad.

Compartimos muchas jornadas y debates, mucho accionar político con aciertos y errores, con balances y aprendizajes. Algunas veces codo a codo, en otros periodos más distantes.

Pero realmente fue en los últimos años, cuando establecimos una relación más cercana. Particularmente a partir de la insurrección popular que sacudió al corazón mismo del capitalismo mundial a consecuencia del asesinato de George Floyd: a partir de lo cual le insistí (insisto) se abrió una situación revolucionaria en la metrópoli imperialista más importante del planeta.

En algún momento, de ese debate -por escrito, mayormente- me expuso sus planes sobre la página web (entonces insisto-resisto, ahora 1resisto com) y me convenció de participar con él (y otros compañeros) en esa nueva trinchera de lucha. Una más de las trincheras que ayudó a construir.

Cuando me propuso esta tarea acepté prontamente y le confesé que para mí él había logrado mantener una continuidad histórica viva del marxismo revolucionario, que articulado al movimiento de masas en sus luchas cotidianas, logró sortear las trampas de la burocratización del proceso bolivariano sin caer en la trampa paralela del sectarismo.

Todo esto sin menoscabo del respeto, reconocimiento, e incluso la amistad que me une a muchos compañeros de estas largas jornadas

En un sano leninismo del siglo XXi, sus esfuerzos se centraron en que "la página" sirviera de articulador político hacia la conformación de una organización revolucionaria, orgánica y disciplinada, que se alimentara de los reductos revolucionarios que son la sobrevivencia de lo que antes fueran bastiones de lucha. Que enfrentará las próximas oportunidades que la lucha de clases nos presente con más oportunidades de triunfo.

Para ello, la página debía ser -y así se está construyendo- un estimulador del debate amplio de la izquierda revolucionaria, superando algunas viciosas tradiciones. Eso de "destruir" al interlocutor, aquello de "ganar la discusión", por encima de la necesidad colectiva de acercarnos lo más posible a la verdad, a la realidad …¡para transformarla!!

Todas las voces que hoy hablan de Stalin, denotan tristeza, inconformidad con esta artera jugada del destino… En todas ellas percibo también una rememorar de caminos andados en conjunto, una esperanza en las luchas libradas y las que han de liberarse, un aire de compromiso.

Parte tranquilo, camarada, la misión histórica no está aun cumplida, pero lo sembrado brotará y reverdecerá para seguir la lucha.

¡Hasta el Socialismo Siempre!



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