El 1 de mayo es más que una efemérides

El 1 de mayo de 1886, el pueblo obrero de Chicago, Estados Unidos, levantó su voz para exigir mejores condiciones de trabajo y la reducción de la jornada de trabajo a ocho horas diaria. La sangrienta agresión, a que fueron sometidos, indujo a llamarlos "Mártires de Chicago".

Ahora bien, ¿por qué ocurrieron estos hechos en una sociedad "perfecta", con una "democracia modelo", como lo afirma el vizconde de Tocqueville, en su obra La Democracia en América?

Recordemos que, el pensamiento anti-capitalista en Estados Unidos, no emergió al mismo ritmo de su desarrollo industrial. Tuvo un nacimiento tardío. Ninguno de sus precursores, llegó a formular una teoría política "socialista" estadounidense. Hicieron de los postulados teóricos de Fourier, Proudhon, Owen y del anarquismo europeo, sus principios políticos fundamentales; lo cual, aun teniendo rasgos de la realidad nacional, lo convertía en una "doctrina importada".

Nuevos elementos incidieron en la emergencia de un pensamiento propio. Las ideas de Étienne Cabet, y sus comunas igualitarias, estimularon la fundación de una Icaria (ciudad ideal) en Texas en 1848 y, dos años más tarde, en Nauvoo, antiguo centro mormón en Illinois. Junto a Cabet se hicieron presente las ideas de Víctor Considérant. Los fundamentos de las revoluciones europeas de 1848, repercutieron en Estados Unidos. La derrota, de estas revoluciones, hizo que se trasladaran a Estados Unidos, como refugiados políticos militantes socialistas, algunos de los cuales habían tenido contacto con Carlos Marx y la Liga Comunista. Entre ellos, Joseph Wydemeyer, quien llegó a ser el primer representante activo del marxismo en los Estados Unidos.

A partir de entonces la sociedad estadounidense fue percibida de manera diferente. El movimiento obrero norteamericano se planteó nuevos objetivos. Irá Steward, llegó a ser el inspirador, en algunos estados del Norte, de una extensa agitación en favor de la jornada laboral de ocho horas. Para él, éste era el punto de partida para la transformación completa del sistema industrial. Con sus luchas logró que se aprobara la ley de ocho horas para los empleados públicos en Nueva York, Wisconsin y otros Estados. Asimismo, el establecimiento de algunas oficinas de estadística obrera para estudiar las condiciones de trabajo. Trabajó con los marxistas norteamericanos, y se unió a un grupo de ellos para tratar de establecer un sindicato obrero internacional después de disuelta la Sección norteamericana de la Primera Internacional.

El pueblo obrero estadounidense se organizó. Su norte político comenzó a ser otro. Sus luchas adoptaron una nueva dimensión. Lograr la justicia social se convirtió en el objetivo principal. La lucha de clases dio inicio a una nueva manera de pensar al ser social estadounidense. El carácter inhumano de la oprobiosa explotación a que era sometida la clase obrera, en la modernidad capitalista occidental, quedaba al descubierto.

En nuestro país la historia del movimiento obrero es muy distinta. El principal empleador ha sido el Estado. El parque industrial privado, por su tecnología altamente sofisticada, es poco empleador. Las luchas obreras, por la exigencia de mayores y mejores reivindicaciones sociales, tuvieron como epicentro la industria estatal, de manera particular la petrolera y la siderúrgica. La dirección de las organizaciones obreras, como la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV), eran apéndices partidistas, fundamentalmente de Acción Democrática (AD).

La situación de hoy es otra. Desde 1999, con el advenimiento de la Revolución Bolivariana, la relación patrón-obrero adquirió una nueva dimensión. Se inició un proceso de recuperación de los derechos laborales, en tanto que derechos humanos. La relación Estado-Trabajador dejó de ser una relación de opuestos; y, comenzó a ser entendida como una relación en favor de la Patria.

La lección que debe generarnos éste 1 de mayo es entender que las reformas propuestas por el Presidente Nicolás Maduro, para salvar la Revolución, son alcanzables si, al movimiento obrero -y a los trabajadores en general-, le restituimos su función de sujeto para la transformación socialista de la Patria. El redimensionamiento de la relación Estado-Trabajador; así como, la renovación de las organizaciones y de la dirigencia obrera, deben marcar el inicio de dicho proceso. Por ello, el 1 de mayo es más que una efemérides.



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Nelson Pineda Prada

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.

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