Europa y África (I)

África, a la que los grandes medios de Estados Unidos (EU) y de Europa ignoran usualmente, salvo para "informar" acerca de golpes de estado o de rivalidades y enfrentamientos armados de un país africano contra otro, ha sido en semanas recientes centro de noticias conectadas con la actual política y geopolítica mundiales. En su reciente Cumbre de Madrid, la OTAN, como parte de su nueva estrategia, señaló que una de sus tareas importantes era incorporar al África subsahariana a su plan de dominio y de alianzas necesarias para enfrentar con éxito a China, declarada por ella (y por su amo EU) como el enemigo a vencer. Y ha habido otros temas abordados por la gran prensa en relación con África. Uno es la miserable política de España respecto a los saharauis y su complicidad con la servil dictadura marroquí que asesina por orden suya a todo africano que intente llegar a Europa cruzando el estrecho de Gibraltar para evitar la trampa del Mediterráneo, tema que la gran prensa manejó con su usual hipocresía. Otro fueron las ridículas declaraciones de Blinken, el secretario de estado de EU, sobre la importancia que su país asigna ahora al África para impedir que se impongan en ella "políticas perversas y enemigas". Y un tercero fue el referente a las torpes y fracasadas maniobras del inefable Macron, el actual presidente francés, para intentar recobrar, por la fuerza si fuese necesario, el dominio neocolonial que Francia había impuesto desde hace décadas a su ex colonia de Malí.

Algunos grupos progresistas perciben o creen posible un despertar actual del África, o al menos de varios de sus países. Pero esto es difícil de afirmar porque la situación política de casi todo el continente continúa siendo bastante confusa, porque su crisis social es profunda, y sobre todo porque la mayor parte de sus países siguen sujetos a frecuente inestabilidad política o a perdurables dictaduras reaccionarias, a golpes militares de diverso signo, a agresiones e invasiones por parte de las potencias imperialistas y colonialistas de siempre, es decir, de Europa y EU, que no se cansan de dividirla y de saquearla. Y para colmo, en estos últimos tiempos, también a ataques de grupos terroristas islámicos que masacran poblaciones, violan mujeres, destruyen ciudades y ocupan territorios.

Lo que sí sabemos es que, sometida por cinco siglos al colonialismo europeo más brutal y más racista, África, a raíz de las nuevas perspectivas que abrió la derrota del nazismo y del colonialismo en la Segunda guerra mundial, vivió en los años sesenta del pasado siglo XX un despertar colectivo, iniciado desde la segunda mitad de los cincuenta, que se tradujo en movimientos independentistas, políticos y militares, apoyados por sus pueblos y dirigidos a enfrentar al debilitado colonialismo europeo para lograr su independencia. En la mayoría de los casos lo lograron. El colonialismo europeo fue derrotado y una serie de nuevos países africanos libres y soberanos entraron en la ONU y cambiaron el panorama internacional. Hasta entonces la ONU, creada por EU en 1945 al terminar la Segunda guerra, había sido un organismo reducido a pocos países, en el que el dominio yankee era absoluto, y en el que Rusia, entonces Unión soviética, se veía forzada a usar con frecuencia su derecho a veto como única forma de intentar frenar la soberbia prepotencia de EU. Así, en la década de los sesenta, en ese ya tenso contexto imperante de Guerra fría, la llegada de esos países africanos y asiáticos, vencedores del colonialismo europeo, cambió la ONU, que pudo así asumir posiciones más firmes en apoyo de los derechos de los pueblos y que hizo que, mientras la Rusia soviética, identificada con esa causa, contara ahora con un fuerte apoyo, EU se viera forzado a estrenar y luego a usar con cierta frecuencia su derecho a veto.

Pero ese despertar africano terminó fracasando. Desde la década siguiente y más aún en la de los ochenta, con la imposición del neoliberalismo, los Estados colonialistas europeos, ahora con apoyo de EU, disimulando su racismo y sus reales proyectos de dominio y de saqueo, volvieron por sus fueros; y poco a poco lograron que la nueva África cayera otra vez bajo su dominio, ahora neocolonial.

Y es que salir de la colonia no es fácil. Cinco siglos de dominio colonial como el sufrido por África pesan demasiado. África nunca logró salir del todo de esa aplastante visión colonial que le fuera impuesta por Europa a lo largo de esos terribles siglos de violencia, racismo y esclavitud. Lo sentimos todavía en nuestra América Latina a pesar de haber logrado nuestros países independizarse del colonialismo español hace dos siglos. Porque la dura verdad es que luego de conquistar nuestra independencia del colonialismo español en la tercera década del siglo XIX quedamos subordinados durante el resto ese mismo siglo al poderoso colonialismo inglés, y desde comienzos del siglo XX caímos bajo la sujeción al neocolonialismo imperial estadounidense; sujeción de la cual, a pesar de haber llevado a cabo muchas luchas, aún no hemos podido del todo liberarnos. Y creo pertinente por eso refrescar con brevedad algunos rasgos claves del colonialismo.

Como se sabe, pero a veces se olvida o subestima, el colonialismo es una forma terrible de sujeción y explotación, cargada de violencia, que devalúa y humilla al explotado, sobre todo cuando se acompaña, como en el caso del moderno colonialismo europeo, de racismo y brutalidad extremas y se basa, además, como en África, en la esclavitud del pueblo o pueblos sometidos. A ellos, el colonialismo les desorganiza sus sociedades, les destruye sus culturas, los convence de su inferioridad racional y racial y les impone la versión caricaturizada de los patrones de vida del amo y colonizador. Ese colonialismo europeo con el que nacen el capitalismo y la modernidad, se inicia en los siglos XVI y XVII para alcanzar sus rasgos principales en el XVIII, que define la superioridad racial, racional y religiosa de Europa, que le da derecho a dominar el mundo. Y su plenitud la logra en el sigloXIX, cuando domina más de medio planeta, llegando ese poder y ese dominio planetario hasta las primeras décadas del XX. Si dejamos de lado a nuestra actual América Latina, que se independiza de España en el primer tercio del siglo XIX, ese colonialismo europeo brutal y racista se centra en África, Asia y Oceanía. Y debo repetir que África es el caso extremo y que en ella esa Europa, que no ha dejado de ser racista y colonialista, comete los crímenes más monstruosos y terribles, crímenes que da por olvidados como si nunca los hubiese cometido. Y justamente porque lo creo necesario para completar el cuadro de racismo y de violencia que retrata de cuerpo entero a ese hoy olvidado o embellecido colonialismo quisiera ahora recordarlos.

Pero volviendo antes al posible despertar actual de África, lo que sí podría contribuir a hacer pensar en él es la actual política de China y también de Rusia con relación al continente africano y sus países. Hartos del destructor dominio que EU y Europa aún ejercen sobre ellos, esos países en su mayoría se han sumado a la Nueva Ruta China de la Seda, de lo que obtienen justo respeto y reales beneficios. Los chinos la definen con razón como relación comercial en la que todos ganan. Y por su parte Rusia propone acuerdos tecnológicos y militares. EU pierde terreno y se preocupa. Por eso Blinken califica la política comercial de China en África de "perversa, malvada y enemiga".

Pero no hay que olvidar que EU y Europa cuentan con el pleno control de los medios mundiales para mantener su dominio, dominio que se basa en mentir con descaro y silenciar lo que les estorba y no quieren que se sepa. En eso también me detendré. Pero será en próximo artículo.

Tomado del diario Últimas Noticias.



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Vladimir Acosta

Historiador y analista político. Moderador del programa "De Primera Mano" transmitido en RNV. Participa en los foros del colectivo Patria Socialista

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