La venganza de los inhabilitados

Dicen que los vieron a la orilla de un río, en la selva amazónica. Guardaron todos los cuidos dado el plan delicado que tratarían. El río estaba calmo, pero, según semblantes, la turbulencia era en ellos. Por contraste con el aire tenso generalizado, el agua manaba tranquila y transparente, con ratos de hermosura al hacer zozobrar ramitas y hojas sobre su superficie. El sol andaba por ahí, regalándose a destajo entre la oquedad de las hojas. Un tono rojizo, férrico, vibraba en el orbe.

–Se abre el conclave –bramó una voz cual dique roto.

Rostros serios, algunos hasta compungidos, tomaron asiento bajo la inmensa y circular carpa de plástico que los obreros habían armado para tan importante reunión. Ante el podio principal, como en toda ágora moderna, diez filas se disponían en su torno en semicírculo, las tres primeras ocupadas por personalidades políticas preponderantes, capaces de generar cambios a favor de la derecha capitalista en Suramérica y América del Norte (México), desglosadas de la siguiente manera:

1ª: políticos según su actual posición en campañas electorales vivas;

2ª: políticos emergentes, con estatus de suplencia;

3ª políticos con potencialidad, condición de relevo o en latencia.

Gigantes ventiladores susurraban en su labor de combatir los mosquitos tropicales. A lo lejos, siguiendo el rastro de unos cables amarillo y rojo, ronroneaba una planta generadora de electricidad de descomunal tamaño. En general, no se podía percibir el rumor del río, como se dijo, pero sí ese severo silencio de adustas personalidades y el parloteo difuso de los trabajadores y paramilitares. Pájaros iban y venían, como espías ansiosos por descifrar tan inusitado enigma selvático.

Por increíble que pueda parecer, Jair Bolsonaro, de Brasil, fue ubicado en la tercera fila según el criterio "de la imposibilidad inmediata de alcanzar el poder político en su país (inhabilitado), ocupado por el izquierdista Lula da Silva". Parecía molesto; se movía irritado, lanzando a volar sus enarcadas miradas de cejas de pájaro en vuelo por doquier. Apenas parecía tranquilizar los imprevistos movimientos de su cuerpo la presencia de la delegación estadounidense, ubicada en un extremo, en un cubículo aparte, cuyos integrantes lo miraban con autoridad de vez en cuando, manteniéndolo a raya.

La voz continuó tronando:

"…considerando los últimos acontecimientos contrarios a la democracia y la libertad en varios países de América, bajo el arbitraje de su eminencia los Estados Unidos de Norteamérica, se abre la sesión…"

Cundió el silencio al grado que, después del ronronear del generador eléctrico, pudo escucharse el resuello del río y el lenguaje inhóspito de la selva tupida. Calló el obrero, el paramilitar, el piloto de los helicópteros… De inmediato, desde la primera fila, se desprende María Corina Machado y se dirige al podio. Ella, por ser la más reciente figura prominente en ser inhabilitada en un país de "primera importancia geopolítica y estratégica en el mundo, como Venezuela", es la figura estelar. Su rostro tenso, de precaria feminidad, ya detrás del pedestal, barre de izquierda a derecha a los presentes, como queriéndole comunicar el estado tormentoso de su alma.

Una oleada de aplausos alivia los pechos, todos acezantes, indignados…

–¡Viva Venezuela, no jodan! –se escapó un grito desde las últimas filas, donde hacían juerga con una solapada botella de licor Juan Pablo Guanipa, Freddy Guevara, José Manuel Olivares y otros políticos menores, todos inhabilitados por Venezuela, pero burlándose de tal condición. Expresidentes invitados de varios países, como Andrés Pastrana, de Colombia, y José María Aznar, de España, se removieron en sus asientos y expresaron su queja a través de un mirar furibundo. "¡Esta es una reunión sería!", susurró uno de ellos. Bolsonaro aprovechó la informalidad para levantarse sin que los gringos lo mirasen con aplomo.

Iba María Corina a empezar su alocución cuando, repentinamente, un brusco movimiento de la vegetación al otro lado del río puso en fuga a una bandada multicolor de aves, que rápidamente sobrevoló la carpa con cánticos variados. Los presentes voltearon todos a mirar la amurallada vegetación del otro lado al tiempo que los paramilitares y cuerpos de seguridad tomaron preventivas posiciones de defensa. Fue un breve colapso del protocolo, barullo repentino de espíritus en tensión que, al comprobar que sólo había sido un movimiento de la naturaleza, volvieron a sus propósitos, al riguroso silencio ceremonial. Poco a poco volvió a escucharse el ronquido del generador eléctrico al fondo…

María Corina, finalmente, expuso su propuesta, punta de lanza a la postre de la reunión ultraderechista: considerando que la izquierda y la derecha tenían una histórica alternancia en el ejercicio del poder continental…; considerando que tal alternancia últimamente no parecía regular dado que la izquierda desde Hugo Chávez perfilaba la tendencia de enquistarse en el poder más de lo deseado, con ejemplos cabecillas como Lula da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua, Castillo en Perú, Andrés López Obrador en México, Zelaya en Honduras, el kirchnerismo en Argentina y ahora Gustavo Petro en Colombia…; considerando que semejante conglomerado de dictadores pervierte a los pueblos con sus ofertas populistas y engañosas, inmunes por lo visto a las sanciones, se hacía perentorio cortar la yugular del proceso con operaciones invasivas motorizadas por los socios estadounidenses, teniendo en cuenta que en el operativo se generarían bajas colaterales entre la población, pero necesarias para el rescate de la libertad y la democracia.

–¡La muerte de veinte, cien o mil personas son una gloria si salvan a millones! ¡Estamos resteados con la patria y la libertad! –gritó exultante María Corina–. ¡Yo propongo el acuerdo del siglo, que vaya más allá de sanciones o amenazas! ¡Como en el principio de los tiempos, hay que enfrentar al comunismo, peor si se llama socialismo, como lo hizo la sociedad perfecta de los Estados Unidos! ¡¡Liquidarlo!! ¡Yo propongo el concurso de los misiles y la fuerza, armas dignas de la democracia en apuros! ¡Solicito el apoyo de los países amigos, así le llamen invasión…! ¡Lo reitero! ¿No me inhabilitaron por eso? ¡Pues, ahí tienen para que tengan razón los del régimen! ¡EEUU y Europa completa deben pastar en sus rebaños! ¡En todos los países, en toda América, en nuestros corazones! ¡No a los dictadores! ¡Preferimos ser un patio trasero digno que un frente mancillado en manos de miserables que no saben nada de riquezas!

La señora Machado no pudo continuar: un grumo de indignación atascado en su garganta se lo impidió. Pero, en cualquier caso, no habría podido porque la carpa convulsionó de emoción, moviéndose epilépticamente como un extraño platillo volador calentando sus maquinarias antes del despegue. Bolsonaro, el primero, se había puesto de pie, al igual que Aznar y Pastrana, y los halagados estadounidenses que, al ser tratados como gendarmes del mundo, lo agradecían con furiosos aplausos.

–¡Les lanzaremos Tomahawk con indios incluidos! –gritó una frente reluciente con cejas pobladas desde la segunda fila a Henrique Capriles, que ocupaba la primera.

–¡Así se habla, Borges, así se habla! –volvió aflorar la botella de güisqui.

Y así, como la primera vez, se fue aplacando la escaramuza de las emociones hasta llegar al silencio único del generador encendido. Mas, ocurrió, nuevamente, lo inesperado antes de que la inhabilitada retomase su discurso: la muralla de vegetación al otro lado del río se estremeció y una sarta de pericos amazónicos irritó el cielo con sus flechazos, esta vez acompañada por tierra por unos raros perros corriendo en pos del río… ¿Dingos selváticos…?

–¡Sería el colmo que hasta acá nos persigan los chavistas, en medio del Amazonas, para sabotear nuestros planes! –bromeó María Corina.

Hubo risas y luego la tarde se estiró a lo largo del blablateo de aquellos políticos en medio de la selva amazónica afanados en tomar venganza mediante consoladoras acciones violentas. Cuando por última vez enfocaron sus rostros hacia la otra orilla del río, descubrieron lo imposible.

–¡Malditos hijos de puta! –exclamó una voz cualquiera mientras, por recomendación de la seguridad, la congregación empezó a abandonar el lugar para abordar los helicópteros y rústicos terrestres, según la condición o importancia política de cada uno de aquellos seres humanos. ¡De tal modo finalizaba la reunión política para planear contraataques contra el asqueroso comunismo, no obstante haber sido concebida en un confín amazónico, al lado del más calmado río para atenuar agitados espíritus, lejos de la maledicencia y el sabotaje!

En las riberas del río, en perfecta formación de militancia, grupos de aborígenes pintarrajeados con onoto, vistiendo prendas nativas y portando pancartas que decían "Comuna Socialista Madre Tierra", "Unidos por la patria", "Frente Cívico-militar ‘Pacha Mama", etc.; habían empezado a tomar posición para enviar una delegación a dialogar con tan inesperado enclave político.

Es lo que dicen que ocurrió a la orilla de un río amazónico, sin registros oficiales ni de prensa por ser una reunión ultrasecreta. También dicen que la planta generadora de electricidad se apagó acompasadamente con el declive de la tarde, ya sin combustible.



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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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