Cosas, Cositas y Trapisondas

El Vaticano, en tanto que Estado en la tierra, cuenta con una curia cardenalicia -corte- con ministros, secretaría de Estado, y embajadores, llamados "nuncios", y embajadas -nunciaturas- en otros países. Y como todo Estado, tiene su servicio de seguridad, espionaje y contraespionaje, y de su red de espías distribuida por todo el mundo, cristiano y no cristiano, con mayor actividad en los últimos, sobre todo en la última época tras el telón de acero, hasta que éste con la reforma de Gorvachov, se abrió. En los países del Este, desde la revolución rusa, el comunismo significaba un claro peligro para la difusión y práctica de la fe católica, y la red desde Eslovenia, Checoslovaquia, Rumania, Hungría, Bulgaria, Polonia y Moscú se multiplicó, aumentando su actividad en tiempos del Papa Wojtyla, en connivencia con la CIA. Baste recordar, a tenor de lo dicho hasta ahora, que del sindicato Solidaridad de Lech Walesa sabía más el Papa Juan Pablo II que los gobiernos ruso y polaco. No era algo nuevo. Desde el mismo año de la revolución rusa, el Vaticano puso en marcha una red de espionaje que dirigía en aquel entonces uno de los principales espías que luego ascendió al Papa, Pío XII. Este papa, mientras era cardenal, de nombre de pila, Eugenio Pacelli, muy conocido en Inglaterra, Francia y Alemania, por sus relaciones con los diferentes jefes de estado y primeros ministros, realizó operaciones encubiertas en 1917 ( y en I Guerra Mundial), en contra de la revolución rusa y su sistema comunista.

Una de las manera más usuales de comunicación del Papa con el mundo católico, son las encíclicas (en círculo), especie de extensas "cartas circulares", donde imparte doctrina que deben acatar sus feligreses y que aunque escritas en latín, su "idioma oficial diplomático", son traducidas a las "lenguas vernáculas". Pero otras veces los papás envían mensajes que van cifrados y es preciso que el destinatario, nuncios, cardenales y otros jerarcas en lugares peligrosos, jefes de Estado, etc., posean el código adecuado para su comprensión. En el III Reich, para descifrar esos mensajes por si iban en su contra o favorecen a los aliados, había un departamento especial, el Sicherheitsdienst, SD, creado en 1941 por el alto mando de las SS, Reinhard Heydrich, uno de los criminales más abyectos de Hitler. Su objetivo: luchar contra las operaciones de la Santa Alianza.

Para las operaciones en los países tras el "telón de acero" fue creada por el Papa Pío XI una academia especial dedicada a la preparación de espías. Su nombre completo es "Pontificium Collegium Russicum" que empezó a funcionar en 1929. Este colegio, llevado en secreto por la Santa Sede hasta hace pocos años -hecho público por la desclasificación de archivos del KGB soviético- ocupa un edificio de fachada fucsia neoclásica del siglo XVIII en la Vía Carlino Cattaneo de Roma. Sus estudiantes, de intensa preparación en idiomas eslavos y ruso, y modernas técnicas de espionaje, son conscientes de que en cualquier momento podían ser enviados al extranjero a realizar tareas peligrosas. Así se confirma en las declaraciones de los interrogatorios por el servicio secreto ruso una vez apresados.

Durante cinco años la investigadora Irina Osipova ha indagado, bajo el patrocinio del Vaticano, para lavar su mala imagen a tenor de las actividades secretas del Russicum, en los archivos del KGB desclasificados y expuestos parcialmente. Producto de sus pesquisas fue su libro publicado en 1999 bajo el título "Si el mundo os odia" donde hace un recuento de los "misioneros enviados" a Rusia por el Vaticano, detenidos, torturados y condenados a muerte por el régimen comunista. En él se ofrecen sus testimonios y declaraciones donde queda de manifiesto su formación en ese colegio y su actividad religiosa, política y económica: "El colegio Russicum -confiesa uno de sus ex rectores- formaba sacerdotes para luchar de forma intransigente contra el sistema comunista, el materialismo y el ateísmo... En 1939, en que partí de Roma hacia Polonia, habían obtenido el diploma 12 ó 13 alumnos". Durante la década anterior decenas de alumnos/misioneros fueron enviados a diferentes países, como Jan Kellner que pasó la frontera polaca con pasaporte falso, Tomasz Podzawa, Ivan Milner... incluso su primer rector Vendelin Javorka, y Jerzy Moskwa, que fueron detenidos, juzgados y condenados a muerte. El NKVD abrió una investigación sobre estas "actividades subversivas" que dirigía un tal Andrei Septcki, agente de la Santa Alianza al que servían y del recibían órdenes los agentes detenidos en los Urales. Según los expedientes de los juicios, los verbos claves de su misión eran "aclarar", "informar" y "sobornar" con el objetivo de debilitar el régimen existente. El trabajo, pues, de estos "curas clandestinos" iba enfocado a los siguientes objetivos (resumidos): "Convertir" a los ortodoxos rusos al catolicismo para unificar la iglesia católica y la ortodoxa. "Aclarar e informar" de las operaciones del poder soviético hacia la iglesia y otras potencias occidentales (en colaboración con la CIA). "Descubrir" las condiciones de vida de los jefes y gerifaltes del partido y de los ciudadanos, desiguales en lujos y riquezas. "Sobornar" a mandos intermedios y funcionarios para conseguir cédulas de choque contra el sistema desde dentro.

La investigación del NKVD duró hasta 1942 en que pasó al KGB. En 1941 entró en la URSS el agente Pietro Leoni como capellán militar del ejército italiano. Era plena Segunda Guerra Mundial. Fue detenido en abril de 1945 y en junio condenado, así figura en su expediente: "la investigación del caso ha establecido que el acusado Pietro Leoni, por encargo del Vaticano, ha entrado en territorio soviético con el objetivo de realizar actividades de espionaje". Algo parecido figura en el juicio y condena de Vendelin Javorka, ex rector del Colegium Russicum, donde se lee: "Es un agente del Vaticano. Confiesa que durante su permanencia en Roma iba a una escuela especial de espionaje... Durante un largo período ha sido rector del colegio Russicum... En 1941, con el pretexto de hacer propaganda católica en Rusia, Vendelin Javorka llegó a la Unión Soviética con encargos especiales de espionaje... no sólo religiosos sino políticos". En sus memorias, Pietro Leoni cuenta cómo conoció a un detenido, miembro importante de una "organización contrarrevolucionaria", llamado Goviachev, y cuenta que éste le invitó a tomar parte en sus reuniones clandestinas. "Cuando liberemos -le dijo Goviachev- a millones de detenidos, tendremos un poderoso ejército que servirá para conquistar la libertad de este pueblo... que gime bajo la tiranía de Stalin y del comunismo".

Jerzy Moskwa fue detenido en enero de 1941, con pasaporte falso, y fusilado por espía acusado, junto a otros enviados del Papa, de "realizar actividades anti soviéticas con el objetivo de derrocar al poder vigente, y hacer propaganda antisoviética y derrotista en su entorno, trabajando como espía para los servicios secretos de información del Vaticano..."

Otros muchos testimonios de fuentes diversas corroboran la existencia de este colegio que ha mantenido oculto hasta hace poco la Santa Sede. A nadie escapa tampoco ya la colaboración intensa con el servicio de Inteligencia de los Estados Unidos, la famosa CIA. Una colaboración que no se podía ocultar desde el período entre guerras y que se intensificó durante la llamada "guerra fría", esa "pugna callada" que pudo acabar en catástrofe nuclear con la "crisis de los misiles", en la que por otra parte la labor de intermediario del Papa Juan XXIII fue fundamental para mantener la paz mundial (Ver mi artículo publicado en este diario el 10 de octubre de 2015: Revoluciones de octubre). Pero la colaboración entre la CIA y la Santa Alianza viene de antes, se puede fechar en los finales del siglo XIX, en el desastre de Cuba (1898), cuando España perdió sus últimas colonias. Y es que, como me dijo en cierta ocasión el Viejo Profesor y Alcalde de Madrid (fallecido en 1986), Enrique Tierno Galván: "Desengáñese, hijo, detrás de todo, están siempre los americanos". Se refería a los Estados Unidos, claro, y eran los años 80, cuando todavía la globalización no había "aldeado" el mundo.

 

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José Juan Requena


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