Europa cruje

Los precios suben, los bancos pierden valor a gran velocidad (DB, Santander…), incluso quiebran (CS). La Unión Europea, el BCE y los Estados aseguran que habrá dinero para garantizarlo todo. Los ricos y quienes trabajan para ellos no se lo creen y huyen refugiándose en la deuda pública para reducir sus abultadas mermas. La economía capitalista continúa atascada y empeorando sin que los juegos de alquimia financiera den con la piedra filosofal que devuelva a los "años felices" que, para una generación entera, ya nunca existieron. La tasa de ganancia no se recuperará a golpe de descapitalización del Estado, inflación, precariedad y bajos salarios. Al contrario, el recurso a tales instrumentos anuncia una crisis más y más profunda, a la vez que empuja a una mayor concentración, desigualdad y al aumento de la pobreza que se observa en todo el continente.

Los conflictos están servidos. Ayer Alemania se paralizó. La huelga en el transporte y en la enseñanza constituyó un rotundo éxito. Reclaman subidas del 10,5% para hacer frente a la inflación. En Gran Bretaña, se vive la mayor ola de huelgas de los últimos 40 años con los salarios como fondo y en Francia, la lucha contra el recorte de las pensiones decretado por Macron se mezcla con los grandes problemas irresueltos provocados por la desindustrialización, la falta de futuro o la despoblación. El telón de fondo de todo ese escenario es, sin duda, la guerra de Putin en Ucrania y sus enormes consecuencias para la población ucraniana, rusa y la del resto de Europa.

Las resistencias crecientes de hoy muestran como las poblaciones de las principales economías europeas no están dispuestas a aceptar un dictat de contaminación, pobreza, guerra, inflación y falta de futuro para mayor gloria de las grandes corporaciones. Hay que darle la vuelta como a un calcetín a esta Europa de Bruselas. Mucho queda para reorganizarla sobre la base de medidas de intervención pública, de nacionalización de sectores estratégicos como la energía o la propia banca, o para la creación de modelos sostenibles que reduzcan la desigualdad a la vez que aumentan la democracia y garantizan los derechos de los pueblos y naciones, así como la paz.

En cualquier caso, las luchas que ahora crecen en el corazón del viejo continente o la resistencia del pueblo de Ucrania representan los brotes que anuncian una savia que permitirá acumular nuevas y regeneradas fuerzas.

Fuerzas nuevas y regeneradas no fueron precisamente las que se vieron en moción de censura-astracanada que se vivió de la mano de VOX y Tamames la semana pasada en el Congreso de los Diputados. Una inaguantable fiesta de la nada. Ni el candidato fue capaz de leer su discurso completo, ni el presidente de Vox de aguantar la sesión: ¡se fue del hemiciclo! Un montón de dinero y de horas gastadas para no sacar ni una medida a favor de la gente sin casa, de subir los impuestos a los ricos, blindar derechos para las mujeres o derogar la ley mordaza. Para lo que sí sirvió la moción fue para demostrar lo alejado que está el llamado espíritu de la transición y sus grotescos figurones de los problemas de hoy. Lo poco útil que ha sido y es la constitución del 78 y sus instituciones para dar respuesta a los problemas actuales. La segunda restauración cruje y al igual que la Europa de Bruselas y Maastricht.

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