¿A qué olerá, ese señor?

"Culto no es aquel que lee más libros. Culto es aquel que es capaz de escuchar al otro"

(Eduardo Galeano).

Las sanciones contra Rusia están generando mucho de qué hablar, sobre todo en el Continente europeo. Ya se acerca el invierno y comienza el pánico a hacer presencia, sobre todo en quienes son dependientes del gas ruso.

Es así como el gobierno alemán viene alertando sobre el "duro" invierno que se avecina sin gas ruso. Se comenta del cierre de fábricas y de la "peor crisis desde la segunda guerra mundial". Su ministro de Economía, Robert Habeck, con "la cultura y la inteligencia que siempre han caracterizado a los alemanes", hace llamados desesperados para que se intensifiquen las medidas ahorradoras de gas en un país que nunca había estado en esta situación. Les pide encarecidamente a los ciudadanos que restrinjan el consumo convencido de que la "estrategia" de Vladimir Putin pasa por desatar la "inseguridad" y el "miedo". Avisa que si Rusia sigue sin mandar más gas habrá restricciones en invierno y de que si no disminuye la demanda "habrá que tomar decisiones difíciles". Algunas fábricas, ha dicho, "tendrán que cerrar" y para algunos sectores "será una catástrofe", y que disminuir la dependencia del gas ruso pasa por el gas natural licuado y la potenciación de las renovables, además de la reactivación temporal de centrales de carbón en desuso.

Habeck ha dicho que él se aplica los consejos de su ministerio: "He acortado claramente mis duchas". Tras añadir que siempre se ha duchado "rápidamente" y que "nunca en su vida ha estado bajo la ducha más de cinco minutos". (¿A qué olerá, ese señor?). En razón de ello, pide a los ciudadanos ducharse durante menos tiempo e incluso hacerlo con agua fría. "No es sólo beneficioso para el medio ambiente sino también para la piel".

En el rosario de recomendaciones y consejos se incluye poner la calefacción a menor temperatura en invierno y el aire acondicionado un par de grados más en verano, aislar bien la vivienda, cerrar las puertas de cada habitación para conservar el calor, cocinar con la tapa puesta, apagar el horno y la vitrocerámica unos minutos antes de terminar la cocción para aprovechar el calor residual y tener cuidado con los electrodomésticos en stand by.

Después de informar que generalmente está fuera de casa, el ministro ha dicho que problemas sufrirán los jubilados, familias y personas que trabajan en casa.

Este ministro también hace mención a la "amarga" decisión de quemar más carbón para ahorrar gas destinado a la producción de electricidad, una medida que aumentará las emisiones. Tras afirmar que la medida es una "mierda", sugiere a los alemanes que reduzcan sus emisiones para compensar. "Ayudaría", dice, que "cogieran un par de aviones menos este año".

Dicho lo anterior, agregamos que la Unión Europea (UE) acaba de acordar, casi con "bombos y platillos", el racionamiento del gas. Una medida insólita en el Viejo Continente que, unida a otras consecuencias de su subordinación a Estados Unidos en el conflicto de Ucrania, está provocando una crisis económica, política y social de grandes dimensiones en unos países que todavía padecen de las secuelas de la crisis económica de 2008 y viven en "carne propia" la pandemia del Covid-19.

Parece increíble pero es cierto: la mayoría de los ciudadanos de esa parte del mundo, sus gobernantes y los medios mainstream occidentales hablaron de "una bomba de relojería" capaz de descabalgar la economía rusa a partir del verano, haciendo uso para ello de las posverdades y las fake news. Estaban absolutamente convencidos que la guerra en Ucrania no los afectaría como lo está haciendo.

Resulta que no sólo es el racionamiento del gas (que lo es y fuertemente), ahora los europeos deben enfrentar: inflación, pérdida de valor del Euro, crisis política, mucha polarización social y un aumento significativo de las simpatías de sus pueblos hacia la extrema derecha en un escenario de pobreza y desigualdad provocado por las crisis ya mencionadas.

A la luz de lo que está ocurriendo, Europa no estaba en posición de entrar en conflicto alguno, sino en negociar y acordar. En este sentido, debe recordarse lo conversado por los presidentes de Rusia y Francia, el 07/02/2022. Allí, Vladimir Putin le dijo a su par: "Algunas de sus ideas, de sus propuestas (...) son posibles para sentar las bases de avances futuros", agregando: "De nuestra parte, haremos todo lo posible para encontrar compromisos que satisfagan a todo el mundo", mientras que Emmanuel Macron señaló que le propuso al presidente ruso "construir garantías de seguridad concretas" para todos los Estados involucrados en la crisis en torno a Ucrania y agregó: "El presidente Putin me aseguró su disposición a participar en este proceso y su voluntad de mantener la estabilidad y la integridad territorial de Ucrania" y que "no hay seguridad para los europeos si no hay seguridad para Rusia".

Nada de eso ocurrió, porque definitivamente más pudo la arrogancia que llevan encima los europeos y que han sumido a ese Continente en dos guerras mundiales, que generaron entre ambas más de cien millones de muertos, acompañado esto con la pérdida de su hegemonía mundial y, como consecuencia, una política exterior sumisa ante Estados Unidos.

Hay que ver las consecuencias a largo plazo de esta pérdida de ontología ante Estados Unidos, pero a corto plazo todo está claro: los europeos están sufriendo como nunca una crisis en todos los órdenes y eso más allá de que los alemanes terminen duchándose poco y en menos de cinco minutos.



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Franklin González

Doctor en Ciencias Sociales, UCV. Sociólogo, Profesor Titular, Ex Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV. Profesor de Postgrado en la UCV, la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela y en el Instituto de Altos Estudios ?Pedro Gual? del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores. Fue embajador en Polonia, Uruguay y Grecia.

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