El
asalto a los supermercados andaluces no es más que la reproducción a
escala de lo acaecido en el acorazado Potemkin, film del cineasta ruso
Sergei Eisentein. Recordaréis que los marineros del acorazado eran
tratados como a perros por la oficialidad y tenían que comer incluso
carne agusanada. La sublevación de la tripulación fue el detonante
virtual de la revolución rusa.
La situación de millones de ciudadanos y centenares de miles de
familias de este país es parecida aunque se diga lo contrario. Máxime si
se tienen en cuenta el nivel de la conciencia e inteligencia de la
población con respecto a la de otras épocas. Y máxime todavía más,
habida cuenta el marco de un sistema que, a diferencia del tiránico de
los zares rusos, establece derechos ciudadanos que ni por asomo se ven
plasmados en la realidad de sus vidas.
Quiere decirse que es mucho más cruel que se nos diga que vive uno
en libertad y es igual que los demás cuando la única libertad real es
la de resignarse cada uno a su suerte y la igualdad es una obscena
farsa, que vivir en un régimen despótico que niega todo derecho sabiendo
a qué atenerse. Es decir, tan grave como perder la libertad es ver la
libertad constante y gravemente amenazada. Los delitos de coacción y
amenaza recogidos en los códigos penales burgueses no tienen otro
fundamento...
España deriva hacia la tiranía, el despotismo y el medievalismo.
Los tres sistemas se caracterizan por diferencias sociales abismales
sólo explicadas por el empleo de la fuerza bruta y justificadas por
leyes que la amparan y protegen a las clases dirigentes. El caso es que
indecentes privilegios actuales de multitud de personajes de la vida
pública coexisten con la penuria más dramática de una buena parte de la
población. Y esto, en el siglo XXI, en un país cuya supuesta libertad y
supuesta democracia alaban y enfatizan a diario políticos y periodistas,
es un crimen. La entrada en los supermercados para coger alimentos es
un acto justificado por un estado de necesidad al que el propio código
penal aplica una eximente.
Si la situación social de este país y las reacciones del poder
frente a acciones como la del asalto a los supermercados persisten, el
país entero podrá acabar como acabaron oficiales y merineros en el
acorazado Potemkin en 1905.