Salud Mental De colonial, Cultura y Política (I)

Estamos viviendo tiempos de guerras… ¡Nos asombramos!, ¿Somos hipócritas o  ignorantes?, porque hace ya mucho tiempo el militar ruso Von Clausewitz sentenció, “…la guerra es la política por otros medios…”, vivimos tiempos políticos,  tiempos difíciles sin lugar a dudas, serán pocos lo que no estén de acuerdo con ello. Políticos y líderes mundiales de revoluciones, también han sentenciado “…sin revolución cultural, no hay revolución política…”, tomando la analogía de Von Clausewitz, podemos decir, “…la cultura es la revolución por otros medios”. Somos seguidores de Edgar Morín y su teoría del pensamiento complejo sobre la condición humana, dicha teoría plantea, la unidualidad biocultural del ser humano y sostienen, “,,.sin cultura seriamos un primate más…”, no hubiéramos dado el salto evolutivo a la humanidad.

Analistas políticos nuestramericanos señalan “…venimos de regreso de la primera década virtuosa del siglo y milenio de gobiernos progresistas.” ¿Será que se cumplió la sentencia “sin revolución cultural, no hay revoluciones políticas? Muchos estudiosos y teóricos, conservadores, llamados libertarios, como Javier Milei, están centrando su atención en la cultura y lo cultural, para sustentar el éxito político de lo que denominan Nueva Derecha. A estos aspectos sobre cultura y su relación con la política como transformación para mejorar o lograr el bien-estar colectivo y la subjetividad como un hecho cultural de sentido común de imaginarios colectivos desde la prehistoria de la humanidad, son los temas a los que nos referiremos en este y en un próximo artículo.

Nos aproximaremos a teorizaciones culturales, que desde miradas distintas, explican, comprenden e interpretan la cultura y su relación con el poder desde los inicios de la humanidad. Nos afianzamos en estudios y pensamientos filosóficos, antropológicos, sociológicos, psicoanalíticos y culturales, entre otros, con el propósito de tener una “mirada otra decolonial”, entre la relación cultura y política en el devenir histórico de la humanidad. 

Con el avance de las ciencias de la vida, las ciencias humanas y las ciencias sociales, hemos aprendido a comprender e interpretar tan complejas e históricas relaciones, donde la subjetividad humana actúa como la “mano invisible” e intangible de sustento, si no consideramos esa “mano invisible”, se hacen incomprensibles dichas relaciones. 

La condición humana es compleja, porque su subjetividad es a la vez, singular y colectiva, coyuntural, estructural e histórica y su dinamismo imperceptible, no nos permite darnos cuenta, que si no incidimos culturalmente en ella, no hay cambios y mucho menos transformaciónes. La subjetividad humana singularmente se nutre de vivencias, sentipensares, experiencias, saberes y conocimientos adquiridos a lo largo de la vida, estas subjetividades singulares mediante el encuentro convivencial y comunitario se trastocan en subjetividades colectivas de ese momento histórico. Como la comunidad y la sociedad en general son dinámicas, sus cambios son evolutivos o revolucionarios, si la subjetividad humana no sigue a igual ritmo esos cambios, se producen rezagos y estancamientos socioculturales, es decir, si a los cambios políticos, no le suceden cambios culturales en las subjetividades colectivas, los cambios políticos serán pírricos y sin transformaciones que trasciendan en el tiempo.

De ahí que, si los cambios y transformaciones políticas, no son acompañadas por cambios subjetivos y culturales del pueblo, sus instituciones públicas, comunitarias y sociales, lo que sucede es un gatopardismo, cambios superficiales, es como un río que se desborda de su cauce, anegando espacios geográficos contiguos, modificando su geografía, pero más temprano que tarde, vuelve el río a tomar su cauce, el cambio de paisaje fue efímero, superficial, sin profundidad, ni transformaciones. ¿No será esto lo que sucede con muchos proyectos y revoluciones políticas?, queda para sus reflexiones personales. 

Dicho esto, la teoría psicoanalítica, distinta de la técnica psicoanalítica como instrumento de la cura individual o grupal; a través de los ensayos míticos Tótem y Tabú (1913), El porvenir de una ilusión (1927) y Malestar en la cultura (1930), luego de casi un siglo de haber sido escritos, nos dan importantes pistas para entender la relación cultura y política en el devenir de la humanidad. Freud insinúa que el Malestar “en” la cultura, no es lo mismo que el Malestar “de” la cultura, es decir, Freud no responsabiliza a la cultura del malestar, sino que el malestar es propio del ser humano. Para Dussel (2010): el ser humano es comunitario y crea la comunidad política como voluntad de vida, entonces el malestar “en” la cultura, crea una tensión entre la cultura y los seres humanos de esa comunidad política; por lo tanto, el malestar “en” la cultura es subjetivo, no cultural.

 Entonces, ¿Cómo surge ese malestar subjetivo de lo humano y la cultura?, en Tótem y Tabú nos señala que el totemismo es un sistema que en ciertos pueblos hace las veces de religión, constituyendo la base de la organización social de todas las culturas, Freud propone conjugar el “banquete totémico con la hipótesis darwiniana sobre el “estado primordial del ser humano”, generando una agrupación humana que denomina “horda originaria”, describe a esta horda como un grupo comandado por: “… un padre violento, celoso, que se reserva todas las mujeres para sí y expulsa a los hijos hombres cuando crecen. La “expulsión”, es un mecanismo que en Darwin era un procedimiento social para garantizar la exogamia, Freud lo reinterpreta como un procedimiento despótico e individual de “acaparamiento” de mujeres. 

Necesario es aclarar que en la teoría freudiana lo originario, no solo es lo ontológico, significa también repetición, siempre presente en el hacer cotidiano comunitario cultural, como la compulsión humana a la repetición situaciones, hechos y fenómenos. La expulsión del “banquete totémico”, con el tiempo configura una alianza ambigua de amor/odio de varones-hijos, amor filial, odio porque no les permite cumplir sus deseos de autoridad y necesidades sexuales, conspiran contra el padre que protege, pero, también prohíbe, cometiendo el “parricidio hórdico”, que en el imaginario social, dejará una culpa imborrable, que constituye una de las base del cristianismo, como religión. 

Klein (2012) citando a Mitjavila (1997), destaca que a través del relato hórdico, Freud enuncia un modelo cultural con características en el que predomina: a) un gran y único acontecimiento real, la muerte del Padre hórdico, que pauta y condiciona acontecimientos posteriores, b) se instaura una vertiente cultural hegemónica de la religión, eticidad, sociedad y arte; c) permanencia cultural de actitud ambivalente hacia el padre, como sentimiento decisivo. Freud señala que estos sentimientos tienen su arquetipo infantil en lo desvalido del niño pequeño frente a su pareja de progenitores, a quienes teme, pero de quienes se recibía, al mismo tiempo, protección. La ambivalencia como eje nodular de la cultura reaparece así nuevamente, el ensayo que sigue a Tótem y Tabú”. La ilusión de un porvenir”.

Cultura e individuo se hacen irreconciliables, porque la cultura protege mediante lo normativo, que el individuo ontológicamente rechaza, porque provienen del “padre hórdico asesinado” que prohíbe, predominando entre ellos un estado de conflicto, inestabilidad y peligro. Freud sugiere que así como lo cultural-religioso es protector, por esto mismo es capaz de tornarse persecutorio. La religión genera una ilusión de resolver los conflictos alrededor del padre. En este sentido, Freud parece señalar la necesidad, de mantener dos posiciones, que fortalecen la estructura de ambigüedad emocional que caracteriza al psicoanálisis, a) la religión, para la gran masa de los iletrados, díscolos; b) una posición científica de respaldo a la ciencia por la cultura. Transformar aquello histórico, la muerte del padre hórdico, que permanece en el imaginario colectivo religioso como debilidad reprimida por la culpa, en un dato científico ajustado al principio de realidad 

La teoría psicoanalítica, a través de los relatos culturales míticos, de Tótem y Tabú (1913), La ilusión de un porvenir (1927) y Malestar en la Cultura (1930) actualiza acontecimientos culturales de los albores de la humanidad, con vigencia explicativa, comprensiva e interpretativa de la relación cultura y política, el marco de una salud mental de carácter decolonial; el parricidio de la horda original, como relación amor/odio que se estable con la autoridad sea jefe de familia, líder de gobierno o líder de nación en el ejercicio de la autoridad y el poder conferido, recordándonos que esa ambivalencia emocional amor/odio, en los términos de la Filosofía de la Liberación de Dussel en dialéctica de poder político, potentia-poder constituyente/ potesta-poder delegado, conferido a gobernantes e institucionalidad pública-

Esos líderes de familia, gobierno o nación, cuando ejercen la autoridad delegada y conferida de espaldas al pueblo, cometen un “pueblicidio”, como reedición del asesinato original de la horda.

En el Porvenir de una Ilusión es la religión como salida cultural, la que trata de resolver ese “parricidio” reeditado como “pueblicidio” que cometen quienes ejercen el poder de manera autoritaria y despótica, hacia la familia, la comunidad o el pueblo como sujeto colectivo e histórico. En Malestar “en” la Cultura, que no es lo mismo que Malestar “de” la cultura, Freud enfatiza, la responsabilidad singular y subjetiva del malestar en los sujetos, como comunidad política con voluntad de vida (Dussel, 2010). Siguiendo la analogía de Von Clausewitz, podemos considerar que la religión es la continuidad de la cultura por otros medios y a su vez, la cultura es la continuidad de la revolución, por otros medios, una vez que comprendamos que la mano invisible de la subjetividad colectiva, si no es tomada en cuenta en la transformaciones políticas revolucionarias, posiblemente conduzcan al poco éxito de dichas actividades.

La cultura nos recuerda permanentemente, nuestra ambivalencia emocional frente a la naturaleza y el otro como distinto; a lo pulsional instintivo, que nos recuerda repetitivamente nuestra condición evolutiva de animalidad. La cultura no solo limita nuestros excesos instintivos, también nos protege de nuestras debilidades originaria como seres humanos. La cultura modela y modifica nuestra subjetividad. 

Como señalamos al inicio, los ideólogos libertarios, empiezan a preocuparse por el tema de lo cultural y su relación con la política, en lo que han llamado la Batalla de lo cultural para la formación de la Nueva derecha. A ello nos referiremos en el próximo artículo.

 


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