Traidores, traidoras

El traidor quebranta la fidelidad debida… Debida a un Estado, a un pueblo, a correligionarios, a la religión, a un amigo, a una pareja sentimental, a un hermano… En fin, allí donde hay compromiso y deber subyace el abominable y potencial acto de la traición.

Cada rubro ostenta, históricamente, su traidor por antonomasia. Como es sabido, Judas Iscariote es el rey de los traidores en el plano de la religión y la cofradía: vendió a su maestro y correligionario; bajo el rótulo de la amistad, debe de reinar el amigo de un famoso bandolero estadounidense, Robert Ford, el vendedor de Jesse James, forajido éste, condición que no obsta para que se perciba a la traición como uno de los actos más viles de la naturaleza humana. Bajo esta sombra campea también Marco Junio Bruto, el matador de Julio César, allá en la Roma imperial, por ello visto como un insigne parricida y traidor a su patria.

La Malinche, la vendedora de los mexicas, amante del europeo Hernán Cortes; los esposos Rosenberg, presuntos vendedores de los planos atómicos a los rusos; y el abominable Efialtes de Tesalia, quien entregó al persa Jerjes en 480 a.C a Leónidas y sus espartanos en el paso de Las Termópilas, han de constituir un reinado mundial de la traición a un país, a una patria, a unos hermanos, a una madre, al propio ser.

Como se ve en cada renglón, cada quien vende y cobra lo que aspira, el incentivo para quebrantar el deber y, después -se supone-, vivir acolchado bajo la dulzura del beneficio generalmente metálico. Quien traiciona a la patria, según lo brevemente expuesto, podría hacerlo por amor, dinero o poder. La Malinche se enamoró y entregó su patria. Lo demás es dinero y poder.

Y, como cabe decir, hay traidores por doquier dado que viene con el paquete envasado de lo humano, gen más desarrollado en uno que en otros si es que se trata de un gen. Curioso es el hallazgo científico de que la cobardía, por mencionar otra calamidad, responde a la presencia de un gen activado en el ser humano; quizás a futuro se pueda saber algo sobre esta vileza traidora en los hombres. ¡Pero, caramba, es increíble pensar que una configuración orgánica haga imponer un razonamiento de semejante abyección por encima de un conglomerado de ideas radicales que comulga con la identificación primigenia humana! ¡Véngase, te vendo a mi madre por un puñado de dólares!

En Venezuela, como es natural lo haya hasta en los confines de la geografía mundial, hay traidores. Un tipo en específico: el traidor que aspira al poder político, al "bien" personal por encima del nacional, arcilla moldeada desde afuera por potencias mundiales interesadas en las riquezas minerales y estratégicas del país. Le ofrecen dinero, inmunidad, apoyo militar, cobijo territorial, etcétera, a cambio de que se convierta en un instrumento de desestabilización y desguarnecimiento defensivo mientras ejerce el poder político y se lucra. Y como es un poder delegado, dícesele títere al desventurado.

Sobra decir que la anterior descripción le calza a Juan Guaidó, desenmascarado por su propio tío político, Donald Trump, después que declarara que su plan era robar el petróleo venezolano. ¡Que le faltó tiempo, dizque, como le ocurrió al colombiano Álvaro Uribe respecto de su soñada invasión a Venezuela!

Pero hay más. Guaidó se convirtió en un ombligo de la charca traicionera alrededor del cual se chispeó un montón de miserables. Nombrados: María Corina Machado, Henrique Capriles Radonski, Manuel Rosales, entre otros que, de mencionarse, contribuirían a afear más la escritura de ésta página. Todos bendijeron a Juan Guaidó en su momento y enclave proestadounidense, frotándole con las nalgas el muslo. Puede aseverarse que hasta lo envidiaron si la lectura en su momento de esos rostros hinchados de feromonas no falla.

María Corina Machado es una traidora a la patria de acuerdo con la violación del Código Penal venezolano dado que conspiró contra la integridad del territorio y sus instituciones republicanas; el artículo número 132 la retrata pidiendo "la intervención extranjera en los asuntos de la política interior de Venezuela o [pidiendo] su concurso para trastornar la paz de la República", incitando a la guerra civil en la República, difamando a su Presidente o ultrajando al Representante diplomático o a los funcionarios consulares de Venezuela. Redondeando: ella pidió una invasión extrajera para Venezuela, lo cual es un arrollamiento de toda personalidad e institucionalidad republicana.

La pregunta es: ¿cómo es no tiene cargos penales en contra y, por el contrario, se afinca sobre el mismo piso jurídico violado del país para aspirar a su presidencia? Malo, hay un precedente que la baña de impunidad: el mismo Juan Guaidó caminando tranquilamente por las calles de Venezuela en pleno apogeo traicioneril. ¡Algo que pone a oler mal a la patria bolivariana!



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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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