Acerca de filtros, partidos y redes sociales

A José Ramón

Nos concentramos algunos centenares de jubilados y activos, entre maestros, trabajadores de la Universidad, de CORPOELEC y diversas empresas públicas y privadas, en la avenida Bolívar, frente al rectorado. Eran los momentos previos de la caminata hacia la inspectoría de Trabajo. El motivo: la protesta contra el horroroso y fantasmagórico instructivo de la ONAPRE, y demás políticas y decisiones del gobierno contra los trabajadores del país. En eso, se integraron varios dirigentes de partidos políticos que acompañaron la movilización. Escuchamos una voz que decía: "¿Qué hace fulanito aquí? ¿Van a venir los políticos a joder la vaina?".

Es posible que muchos hayan estado en una situación parecida. En este caso, el comentario escuchado al pasar, dio motivo a una conversación acerca de la vigencia de Lenin, una vieja referencia de nuestra militancia en aquel partido en el cual militamos una vez en nuestra juventud: el MIR.

Hoy en día, la formación política de las nuevas generaciones se ha resentido por varias décadas de bulliciosas movilizaciones, encendidos intercambios de insultos, gritos en lugar de argumentos, bombardeo de cadenas televisivas y memes por las redes sociales, discursos demagógicos llenos de chistes malos: en fin, demasiadas estupideces juntas; pero sobre todo el ejemplo diario, cercano, de las maniobras, negocios turbios de sindicaleros, demagogias, que vienen desde hace más de dos décadas, tal vez desde siempre, pero especialmente desde cuando el movimiento estudiantil, todo un mito dorado de entusiasmo juvenil y enternecedora entrega a la causa, cambió unos votos en el claustro universitario por unos carros, unos empleos y la inicial de un departamento, en medio de unas elecciones rectorales. Pero indudablemente que también contribuyó a esta distorsión de la formación militante, tanto la intervención de los "cuadros del partido" (o del "Francisco de Miranda") a las organizaciones de base (los ya casi extintos consejos comunales, sustituidos ya por los CLAP, que no se sabe si son estructuras de partido o qué), como las maneras de ciertos dirigentes de ambos lados en conflicto que se rodearon por una nube de aduladores, lo cual incluye las relaciones familiares y de compadrazgo que, por ejemplo, no pudieron ocultarse más en el caso de Monomeros, pero que ya venía de los tiempos en que Leopoldo López fue alcalde, o en el reparto de cargos en el Poder Judicial por parte de Cilita, Diosdado, etc. En pocas palabras, los mismos vicios de siempre, reproducidos por los nuevos "dirigentes".

Esas malas mañas de la política (que han hecho que vuelva a ser vigente esa sinonimia de político=sinvergüenza mentiroso) fueron aprendidas sin referencia ni a un librito, sustituido casi siempre por un programa kilométrico de televisión, o una que otra charlita acerca del "legado". Claro que esas actividades de formación estaban animadas de nuevas intenciones. Es más, yo me declaro culpable de haber contribuido a ello. Pero, obviamente, no eran suficientes.

Volviendo a la conversación sobre Lenin, decíamos que en los setenta, las poquitas organizaciones que se preocuparon algo por la formación teórica (o, simplemente, cultural) de sus militantes, pretendieron resolver el asunto con una suerte de "bibliografía básica", en la cual era inevitable el amigo Lenin y, por supuesto, Mao. Apuesto a que solo fue un puñado los que se calaron la lectura completa del "¿Qué hacer?", con su retahíla de nombres de periódicos y grupos políticos en ruso, y chistes incomprensibles acerca de políticos rusos y alemanes. Pero el punto no es ese, sino que la forma en que funcionaba "la Organización", se decía que era leninista, y eso bastaba para justificar muchas cosas.

Recuerdo que en un material de la discusión interna del MIR, Américo Martín (a quien enfrentábamos con fiereza, siguiendo las instrucciones del "ronco" Moleiro) afirmaba algo que era verdad, una verdad de sentido común: los llamados principios del "centralismo democrático" los aplica cualquier club de bolas criollas: asambleas, elección de directivas y decisiones concentradas en ellas, las cuales debían ser cumplidas por los miembros. Claro, lo que ocurrió (y esto no es cuento: es historia) que aquella monstruosidad de institución, que se pretendía el partido de la revolución mundial, la tercera Internacional, había elevado tales "principios organizativos" en dogmas universales, como la Santísima Trinidad, allá por 1919 (que me corrija Vladimir).

Siendo justos, el aporte de Lenin nunca se limitó a universalizar unos "principios de organización" propios de un centro de estudiantes o una junta de condominio. Había toda una elaboración teórica que pretendía dar respuesta a asuntos importantes, tales como: a) la relación entre la teoría y la práctica, o sea, entre los intelectuales que hacían análisis de conjunto de la situación social, económica y política de un país, y los militantes que debían realizar los lineamientos que se desprendían de esos profundos estudios; b) el vínculo entre la agitación por las reivindicaciones económicas de los trabajadores y las consignas de los programas políticos que debían llevar nada menos que a una revolución; c) las condiciones de acción de una organización en medio de la cruel represión de una autocracia terrible, como era la zarista; d) la relación entre la agitación (difundir una sola idea entre muchas personas) con la propaganda y la teoría (la divulgación de los análisis, conceptos y estudios, o sea, muchas y complejas ideas a pocas personas, a los más conscientes y activos de la población); e) muy relacionado con el punto anterior, el uso de los medios de comunicación en las tareas políticas; claro, en aquella época se trataba de un periódico clandestino, una suerte de "guaratara" ideológica, que se introducía con gran dificultad dentro de la Rusia zarista. En estos tiempos, Lenin se habría referido a las redes sociales. También, en este sentido, y como bien interpretaba Ernesto Mandel, Lenin tenía toda una teoría sobre cómo los sectores menos activos y "perdidos" de las masas, se pueden relacionar con los conscientes, hasta unirse en una fuerza social importante. Por supuesto, todos estos temas los elaboró Lenin (y Gramsci), no en virtud de la iluminación de su calva. Eran cuestiones que habían sido largamente elaborados por la Segunda Internacional, específicamente por Kautsky (sí, el mismo "renegado" que después insultaría Lenin), a partir de quien el ruso propuso el "centralismo democrático" como fórmula que cura todos los males de los revolucionarios del mundo.

También abordaron el asunto de los infiltrados, tanto Kautsky como su discípulo rebelde Lenin. Traigo esto a colación, por un artículo de Clodovaldo Hernández, en respuesta a algunos comentarios de las redes que él comenta en las mismas redes. El texto del colega periodista es sensato: el "fenómeno" de muchos adecos, copeyanos y perdonas de pensamiento de derecha, conservadores y hasta reaccionarios, militando activamente, y en posiciones importantes, en el PSUV, viene desde los momentos fundacionales del chavismo como movimiento político de masas. Yo tengo muchas anécdotas sobre eso. Habría que agregar en esa misma onda, que es lógico, por razones de probabilidad, que un movimiento político que dice que tiene varios millones de miembros, recoja la misma proporción que la sociedad venezolana tiene de sinvergüenzas, ladrones, prostitutas, embarcadores, habladores de pendejadas, etc. y demás especímenes ¡Pero si el pueblo venezolano aprendió de política con los adecos y los copeyanos! Es comprensible (no justificable, claro) que AD le cante al PSUV "te pareces tanto a mí".

Pero habría que acotar otras dos cosas. Una, desde los tiempos de Marx y Engels, luego de Kautsky y posteriormente de Lenin, el tema de las diferencias políticas (los supuestos infiltrados; a menos que fueran auténticos espías de los gobiernos enemigos) no era organizativo; sino teórico y político. En el PSUV, como no hay debate teórico-político, no hay manera de establecer las diferencias que tienen, por razones naturales, que existir. En el chavismo lo más parecido a una discusión clásica es la planteada por aves solitarias como Pascualina Curcio, María Alejandra Díaz o, tal vez, Luís Britto García, acerca del evidente giro hacia la derecha neoliberal del gobierno. Lo demás son escarceos teatrales medio ridículos, como los homenajes a viejos excolaboradores de los núcleos armados de la izquierda de los setenta, o las peleas porque a un auténtico representante de "Super-bigote" le dio por sustituir los "ojitos" por el símbolo de Batman, como cabe a un exaltador de la iniciativa privada, las comiquitas y chistes de malandros.

De modo que, más que buscar explicaciones en tontas teorías conspirativas acerca de una oposición, por lo demás muy incapaz, que planeó "infiltrar" al partido, hay que buscar explicaciones al giro hacia la derecha del gobierno y sus prolongaciones en el Partido y organizaciones de base como los CLAP. Y para eso, hay que retomar algunas cosas del viejo Lenin y demás barbudos con canas que se dedicaron a pensar acerca de estas y otras muchas cosas. La cuestión es que, hoy, eso es motivo del dicterio de "trasnochado".



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Jesús Puerta


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