La culpa no es de Chávez

Alguna gente insatisfecha por la gestión que vienen “cumpliendo” ciertos gobernantes regionales y municipales, (cuestión que será explotada hasta la saciedad por los reaccionarios en la presente campaña electoral presidencial) tienden –a veces- a despotricar en contra del Presidente Hugo Chávez, como si la culpa de todo le correspondiera exclusivamente a él. Tal insatisfacción, por otra parte, tiene su génesis normalmente en el incumplimiento de las promesas hechas en campaña electoral y, otras, por que estos gobernantes no han accedido a concederles alguna petición de índole personal.

En otras situaciones, la insatisfacción de la gente es producto de la actitud asumida por los funcionarios a quienes acude en demanda de soluciones a los problemas que confrontan. En este caso, el burocratismo se ha convertido en la primera piedra de tranca para que el pueblo vea y sienta que el proceso revolucionario bolivariano es un cambio positivo para la sociedad venezolana. Si a ello agregamos la malsana costumbre de cobrar comisiones por cualquier licitación que se haga, estaremos hablando de fallas que irán conformando un cuadro de cosas totalmente en contra del avance y de la consolidación del proceso revolucionario bolivariano.

La mayor de estas fallas es que, pese a estos siete años de gestión del Presidente Chávez, de existir una Constitución que señala nuevos rumbos democráticos y de hablarse de revolución, no se ha producido un cambio estructural. El viejo Estado, estructurado bajo el mandato férreo del General Juan Vicente Gómez, mantiene su vigencia; siendo importante e imprescindible deslastrarse del mismo para estructurar uno nuevo, más acorde con la idea de revolución que se está impulsando en el país. En este sentido, gobernadores, alcaldes y demás autoridades han sido inconsecuentes con el propósito principal de cambio inherente a toda revolución y se han dedicado (unos por inercia y otros por simple ignorancia) a prolongar la vigencia del viejo Estado, bajo patrones representativos y reformistas contrarios, precisamente, a la revolución que dicen respaldar, amparados a la sombra de Chávez.

Sin embargo, no todo es atribuible a quienes se arrogan el poder en nombre de Chávez y de la revolución bolivariana. Muchos de los revolucionarios, agrupados o no en partidos políticos u organizaciones sociales, también tienen su cuota de responsabilidad al respecto al dejarse llevar casi exclusivamente por el pragmatismo electoralista impuesto por los partidos políticos, principalmente por el MVR, lo que causa que los sectores populares sean víctimas del clientelismo propio de AD y COPEI. Esto ha facilitado que el proceso revolucionario bolivariano carezca de una visión y de una vanguardia realmente revolucionaria, dejándose en manos de Chávez la orientación y el fortalecimiento del mismo; cuestión que no contribuye a emancipar al pueblo de aquellas viejas prácticas antidemocráticas que caracterizaron el período puntofijista.

Por ello, se hace impostergable combatir pronto al reformismo, tanto el que sobrevive en cada estructura del Estado venezolano como aquel personificado en la manera de conducir el proceso revolucionario actual. Este combate, desde las trincheras de la formación ideológica revolucionaria, hará posible una mayor consistencia en el avance inaplazable de la revolución, al mismo tiempo que disminuirá el ataque persistente de la reacción. Además de ello, se requiere que el pueblo venezolano asimile la nueva cultura política y comience a ejercer el protagonismo y la participación que les compete por mandato constitucional. Ambas cosas son requisitos indispensables para que el Presidente Hugo Chávez direccione correctamente hacia dónde debe ir el proceso bolivariano, teniendo la certeza de que no está solo y que puede contar con el concurso de hombres y mujeres disciplinados, honestos y defensores de los ideales revolucionarios, sin que ello signifique la búsqueda de intereses mezquinos, ajenos por completo a las expectativas populares.

Cada día que se trabaje en alcanzar ambos logros, será un peldaño más en el afianzamiento de la realidad creada por la revolución. Por eso mismo, por lo que nos atañe en este proceso a todos los revolucionarios, no es lícito achacarle la culpa a Chávez por lo que hemos dejado de hacer a favor de la revolución, aún cuando no compartamos la vía escogida para forjarla.


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Homar Garcés


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