La revolución rosa estudiantil

Los estudiantes de un país bajo un régimen opresor violador de los derechos humanos suelen protestar por el "respecto a la vida"; los de un país despiadadamente capitalista, por la "gratuidad de la educación", la igualdad y otros beneficios; los de un país racista, por la discriminación a la hora de la matriculación estudiantil, pidiendo mayor humanismo a la hora de definir la palabra ciudadano; los de un país dictatorial, por los derechos civiles y la libertad de expresión.

¡Epa, pero un momento! Cuando se pronuncia la palabra "estudiante", ¿a quién creen ustedes que nos referimos? ¿Quienes son esos estudiantes aquejados de problemas que concitan la preocupación de los estudiosos y se convierten en paradigmas de medición socio económicos de realidades nacionales? ¿Será, por desventura, que no nos referimos a la masa de "estudiantes del mundo", la del pueblo, la que está conformada por mayorías con deficiencias y desventajas de todo tipo que traducen la disminución de sus calamidades en indicadores de progreso en un país? ¿O será que nos referimos al pequeño y selecto grupo de estudiantes de las universidades privadas, nada carentes de nada, provistos de toda la ventaja para afrontar un porvenir halagüeño, aun en caso que no alcanzase la culminación de sus estudios?¿A quién creen ustedes que nos referimos, en fin, a quien democráticamente tiene mayor representación de pueblo o a una elitesca minoría?

Supongo que no nos estamos refiriendo precisamente al sector de estudiantes que en las últimas dos semanas ha protagonizado manifestaciones en Venezuela. Y no lo creo porque ninguna de las banderas de protestas enunciadas al principio de estas líneas tiene validez en el país, pues nadie puede negar que desde la llegada del gobierno del presidente Chávez el movimiento estudiantil dejó de tomar la calle por sentirse, precisamente, paliado en sus demandas.

Respeto a la vida, gratuidad de la educación, igualad civil, cero discriminación, derechos civiles y, sobretodo, libertad de expresión, han sido pronunciamientos notables en el discurso del Presidente de la República cada vez que dirige unas palabras a la nación. Véase : La humanización de las protestas es un hecho: jamás en la vida vi a un Policía Metropolitano asistir desarmado a velar por la seguridad de una concentración civil, donde los marchantes se permiten escupirles la cara; nunca como ahora se han creado universidades cuyo ingreso no representa un problema para los sectores más populares; la matrícula estudiantil ha aumentado y de los derechos civiles y libertad de expresión ni hablar en un país donde todo el mundo dice lo que le da la gana a diario, incluyendo sacadas de madres presidenciales, y donde más bien algunos ciudadanos se aprovechan de la bondad del corpus legal y la ineficiencia de los tribunales para andar campantes por allí después de cometer diversos delitos de lesa patria y humanidad.

¿Quienes, pues, son esos aquejados carajos protestones?

Protesta un pequeño grupo doliente de una situación de deterioro para ellos, aunque en aras -hay que decirlo- de un mayor bienestar para el país. En otras palabras: un grupo que siente que pierde el piso de los privilegios groseros que durante tantos años han ostentados, y estas palabras no por cliche dejan de ser ciertas. Estudiantes de universidades privadas en su mayoría, y de universidades nacionales, en su minoría. Los mandan sus padres, porque ellos mismos como adultos ya fracasaron con el golpe de estado de 2.002, y ahora, en una situación que sienten desesperada ante el avance de la Revolución Bolivariana, no les importa inmolar a su propia descendencia en el juego político. Y digo inmolar porque los hechos han demostrado que son ellos mismos quienes se matan a sí mismos para llamar la atención de la comunidad internacional sobre un país dizque matador de ciudadanos, específicamente de jóvenes indefensos. Yo mismo los he oído exclamar que ellos sí mandan a sus hijos como carne de cañón a las calles, rematando la perla con un final y lapidario "¿y qué?"

¿Ah, que protestan por el cierre de una televisora nacional -me dicen por aquí-? Sabemos que no es cierto; véase cómo van sus consignas: primero fue RCTV, luego libertad de expresión en general, después derechos civiles, ahorita van por autonomía universitaria y por esfuerzos para que condenen a Venezuela en la OEA, mañana será la Carta Democrática de las Naciones, la invasión norteamericana y la final bomba atómica en los sectores populares. Da pena, pero hay que decirlo: son estudiantes con banderas de la mentira, la bandera invertida de la verdad, para no afirmar que no tienen ninguna bandera, como quedó dicho. Los estudiantes de pacotilla, faranduleros, come cámaras de TV -¿no han visto el alboroto que forman cuando ven una?-, capaces de enarbolar en una protesta un reclamo para ellos justo y serio, como este, por ejemplo: la verruga del presidente Chávez. De eso son capaces, con tal de salir en TV (aunque incapaces para el debate) ; televisión que, por cierto, parece dolerles mucho.

¡Ah, cómo siento entender tantas cosas con estas últimas palabras! ¡Ah mi vida de estudiante en esta extraña UCV del presente! ¡Ah, la década de los ochenta!

http://mipalabrapordelante.blogspot.com



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Oscar Camero Lezama

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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