Las quince velitas de la torta electoral ucevista

Quince años cumplió la niña. Podríamos llamarla, la gestión quinceañera. El Consejo universitario se encargó de los actos festivos, la decoración y la Comisión Electoral de preparar con finos ingredientes, importados, la Torta para la ocasión.

Como era de esperarse, había expectativa en la Comunidad por tan magno acontecimiento. Los invitados no se hicieron esperar. Muchos salieron al ruedo. Los candidatos a integrar las cuadrillas, no hubo que elegirlos, se auto propusieron para engalanar la fiesta.

Algunos de ellos salieron a desempolvar, los fluses y la corbatas enmohecidos que guardaron durante esos quince años, guardando un silencio cómplice, mientras que la niña crecía y crecía, hacía y deshacía, pero no había más remedio, había que presentarla en sociedad.

Si se esperaba un poquito más, cualquier cosa podía suceder, porque ya perdía pretendientes, la gente murmuraba y se preguntaba, ¿pero hasta cuándo?, ¡Ya basta¡ ¡Es bueno el culantro, pero no tanto ¡ha pasado el tiempo y hasta algunos de sus parientes la han abandonado, en tan larga espera.

¡Qué momento tan especial ¡exclamaban los salameros. Era una especie de cohorte, paralela a la cuadrilla, que acompañó a la quinceañera en esos quince largos años, y en ese transcurrir, disfrutaban de las variadas prebendas que generaba tal acompañamiento, asesorías, comisiones, contrataciones, concursos amañados, tráfico de influencias, cargos, viajes con sus respectivos viáticos, reparto burocrático de fundaciones y el sin fin de oportunidades que Uds. Saben, dan las mieles del poder.

La expectativa crecía y crecía, por la aparición de la quinceañera. ¿Y cómo será el vestido?, se preguntabas los chismosos y chismosas que nunca faltan. Uno, de los cercanos a la cohorte de salameros, no aguantó dos pedidas y dijo: "a mí que me registren, pero me han dicho, que está confeccionado en Panamá". Entonces es importado, dijo una de las asistentes al convite. Sí, respondió el salamero y pagado en dólares, con la cuenta que tiene la Apucv, en el exterior, que es dinero de todos los profesores.

El Reloj emblema de la UCV, reparado recientemente luego de quince años descompuesto y que ni siquiera la Facultad de Ingeniería, fue capaz de arreglar, empezó a dar campanadas. Y no era el tictac, tradicional, no era tampoco un tañido, era un Tan, Tan, Tan, Tan, como una letanía, parecía más bien un doblar de campanas que se silenció al dar las diez. Se hacía tarde y nada.

Entonces, de la expectativa, se pasó a la preocupación. Bueno y donde está la cumpleañera, se preguntó un egresado que venía de Maturín a votar. No se ve a la cuadrilla, ¿Dónde está la corte?, no se ve el Whisky, mucho menos los tequeños. Se entró en una especie de estado de alarma, cundió el púnico como decía el Chavo y el rumor recorría los pasillos del rectorado recién acondicionados y adornados con bombas de colores y guirnaldas de flores y corazones, para el evento.

Cuando llegó las doce del mediodía, sin verle el queso a la tostada, con hambre y sed, los asistentes al convite, ya no estaban alarmados, sino, desesperados, pidiendo a grito: que empiece la fiesta, queremos bonche y se lanzó la consigna "Entre bonche y Revolución no hay contradicción".

Se veía un corrí y corrí, hacia el rectorado, subían los enflusados, apretándose las corbatas, uno que otro miembro de la cuadrilla caminaba apresurado a pedal y bomba subiendo las escaleras. Uno de los asistentes peguntó y esa raya amarilla que va por las escaleras que es, otro dijo- Esa la dejo La Comisión organizadora de los quince…perdón, la Comisión Electoral, que subió a toda carrera.

Y se dio el notición. El flamante presidente de la Comisión Electoral, que organizó el convite, casi en un estado de conmoción, como el que presentó el Ministro Alejandro Izaguirre, cuando anunciaba la suspensión de garantías y toque de queda por los sucesos del llamado Caracazo (1989), dijo, balbuceando: Suspendido el acto por lluvia

¡Cómo se come eso ¡, dijeron agitados los de la FCU, que hasta hace poco formaban parte de la comparsa rectoral. Todo el mundo se sorprendió con el anuncio, porque en Venezuela, estamos en pleno verano, no había cielo nublado, no hubo llovizna, no se oyeron truenos, no había vaguada anunciada, pero la Comisión de Festejos, hizo la lluvia, creó los relámpagos, y le hizo convenció a todos los invitados, que por ese motivo no había sarao.

Luego de ese baño de agua fría o mejor dicho, de ese balde de arena lanzado, porque en realidad no llovió, algunos invitados que permanecían incrédulos en el recinto, para ver a la quinceañera, decían, a todo gañote, si se ha gastado tanta plata por lo menos tiene que dar la cara y gritaban ¡Que dé la Cara¡ ¡Que dé la Cara¡. Desde el balcón, viendo a la Plaza Descubierta, se asomó y dijo en tono prepotente: Yo no fui, "Yo me lavo las manos como Pilatos".

De repente un grupo corrió, se sentía como un ataja perros, un amuñuñamiento, detrás del rectorado hacia el estacionamiento de la quinceañera. Al llegar, quedaron estupefactos, vieron un incendio. Se llegó a ver varias cajas encendidas, a una de ellas, todavía no consumida por el fuego, apenas se le divisó un letrero que decía: Comisión Electoral UCV-2023. Se quería purificar el pecado del fracaso al mismo estilo de Torquemada, el inquisidor del Santo Oficio. Gracias al fuego se unió la ciencia con la nigromancia y la superstición.

Disfruten la Torta, que ya está puesta y repártanse las velitas, que el cotillón lo entregará la Comisión Técnica, en el mes de junio, si acaso.


 



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Jesús Sotillo Bolívar

Docente en la UCV

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