La conspiración y el golpe de estado de 1810

En la mañana del 19 de abril de 1810, los representantes de la alta clase social colonial del mantuanaje de Caracas le propuso al Capitán General Vicente de Emparan que encabezara, junto con ellos, una junta de gobierno por la defensa de los derechos del rey Fernando VII quien se hallaba bajo la custodia del emperador francés, Napoleón I. Según la historiografía oficial (y así se sigue reconociendo), se trató de un movimiento popular espontáneo que dio inicio a la independencia del yugo español. Sin embargo, hay que mencionar que las provincias de Maracaibo, Coro y Guayana no se asociaron, una vez consumada la rebelión, a la convocatoria hecha por los caraqueños. Esto es menester mencionarlo, ya que el proceso de independencia que tendrá lugar a partir del siguiente año adquirirá unas características muy particulares, distinguiéndose de aquellos que se originarían en el resto del territorio americano. Aún así, se debe apreciar que este suceso, lo que podría tildarse de golpe de Estado al obligarse a Emparan renunciar a su cargo, permitió convencer a muchos sobre la conveniencia de gobernarse a sí mismos en vez de continuar dependiendo de la corona española.

Como lo esclarece el reconocido historiador Caracciolo Parra Pérez, en su Historia de la Primera República de Venezuela, "de la casta de los criollos saldrán los aristócratas revolucionarios, pero no todas las gentes de ella abrazarán las ideas nuevas porque la dominación de los mantuanos se temía por quienes no lo eran". Este importante detalle hará que, posteriormente, al calor de la contraofensiva realista, se produzca, al mismo tiempo, una guerra social, liderada por españoles de baja extracción social (como los nacidos en las islas Canarias y otras localidades de la península ibérica) que integrarán sus ejércitos con los pardos y los negros (esclavizados y emancipados), quienes conformaban la amplia base de la pirámide social colonial de entonces. No obstante, muchos de los historiadores, especialmente de las décadas más recientes, enlazan este hecho con la cadena de rebeliones producidas en el territorio venezolano, en plena etapa de consolidación de la Colonia, una vez reducida la resistencia indígena, con la cruz y la espada. Entre estas rebeliones se mencionan las comandadas por el Negro Miguel en 1552, en Buría, en el actual estado Yaracuy, contando con el apoyo del pueblo originario de los jirajaras; Juan Francisco de León, en protesta contra la explotación y el monopolio comercial de la Compañía Guipozcoana;; Andresote en el valle de Yaracuy, entre 1730 y 1733; los Comuneros de los Andes (neogranadinos y venezolanos) en 1781; José Leonardo Chirino y José Caridad González, el 10 de mayo de 1795, en la Sierra de Coro, siguiendo el ejemplo de los esclavizados de Haití; y José María España y Manuel Gual, en 1797, proclamando los Derechos del hombre, tal como lo hiciera antes la Revolución Francesa; y Francisco Javier Pirela, en 1799, en Maracaibo. A ellas suman los desembarcos de Francisco de Miranda con la tentativa de emancipar a Venezuela, a quien (sin mucha confirmación al respecto) los mantuanos más destacados le habrían enviado una correspondencia a Londres para que cumpliera con este objetivo; sin embargo, muchos de ellos colaboraron con las autoridades coloniales, suministrándoles dinero y otros recursos para repeler al supuesto agente de Francia. Estos serían, a grandes rasgos, los antecedentes históricos de lo que ocurrió el 19 de abril.

En esta fecha, se debatía la conveniencia de renegar o no del rey de España y acogerse a la voluntad de Bonaparte o, contrariamente a ambas opciones, proclamar la independencia absoluta; cuestión que, en años previos, se había zanjado a favor de Fernando VII como el legítimo heredero del trono y monarca de las Américas. Esto descartaría, entonces, que los hechos del 19 de abril de 1810 fueran parte de un movimiento popular, en el buen sentido de la expresión. Fue, prácticamente, una asonada protagonizada por la casta de los mantuanos en complicidad con algunos de los mandos castrenses (las milicias). Ya antes, el ayuntamiento de Caracas, en ocasión de la usurpación del trono español por Napoleón Bonaparte, con Juan de Casas en calidad de Capitán General (aunque era francófilo), había aclamado a Fernando VII como su soberano. Con la excepción de México y Venezuela, los otros enclaves coloniales del continente se inclinaban a reconocer la autoridad del hermano de Napoleón. Sin embargo, hay otro elemento presente en esta situación: la milicia, los hacendados y otros integrantes de la población, según informes de agentes del imperio inglés, "claman aún por una declaración de independencia con protección británica". Al margen de estas posiciones, los mantuanos más jovenes (gran parte de ellos con una formación compartida en reuniones clandestinas, con debates de libros de carácter político y filosófico, prohibidos por el Santo Oficio o Santa Inquisición) fomentaban ideas revolucionarias. José Félix Ribas era el más decidido de todos, secundado, entre otros, por los hermanos Juan Vicente y Simón Bolívar.

Mientras esto ocurría, en España la Suprema Junta Central de Gobierno de España e indias -como poder ejecutivo- decidió que los dominios de España en América eran parte esencial e integrante de la monarquía y debían tener "representación nacional e inmediata ante el rey", lo que sirvió de aliciente a quienes aspiraban al logro de una mayor participación en los asuntos de gobierno. Los mantuanos caraqueños habían planeado derribar al régimen en diciembre de 1809, lo que fue abortado por el Capitán General Vicente de Emparan, alertado, aparentemente, por Andrés Bello. No obstante, las intenciones revolucionarias continuaron sin mucha pausa. La conspiración del 19 de abril tomó cuerpo con la convocatoria ilegal del ayuntamiento con la excusa de analizar los acontecimientos en España que imponían la creación de un gobierno representativo del pueblo. Al grito de ¡A cabildo, a cabildo!, los conspiradores ponen en marcha su plan. Francisco Salias conmina a Emparan a volver al ayuntamiento. El Capitán de la guardia, Luis de Ponte, impide que sus soldados le rindan los honores de rigor al Capitán General y controlen a los exaltados. Juan Germán Roscio y José Félix Blanco se presentan como diputados del pueblo. El canónigo, de origen chileno, José Cortés de Madariaga propone la remoción inmediata de Emparan, éste acude al balcón y, confiado, consulta a la masa abajo reunida. Previamente a ello, algunos de los insurgentes habían instado a los concurrentes a apoyar la acción emprendida por lo que, al gesto de Madariaga, gritan a Emparan su rechazo. Allí también se presentaron como diputados del clero los frailes Felipe Mora, Marcos Romero y Bernardo Lafranco, y el presbítero Juan Antonio Rojas Queipo. De este modo, se constituyó la Junta Suprema que tomó el mando político en nombre y representación de Fernando VII, sin prestar obediencia al Consejo de Regencia. Con la incorporación de los diputados del pueblo (Ribas asume la representación de los pardos, siendo él un mantuano), comienza a dársele una orientación revolucionaria al movimiento surgido ese día. Concluía exitosamente una conspiración de, aproximadamente, cuatro años. Gran parte de sus participantes confiaron en que la revolución sería pacífica, reuniendo en un mismo sentimiento de fraternidad, igualdad y libertad a todos los venezolanos, dada la eficacia administrativa y política del nuevo régimen. Según refiere Caracciolo Parra Pérez, "a la actitud de la Junta de Caracas replicó la Regencia en los primeros días de agosto, declarando a los venezolanos vasallos rebeldes y ordenando el bloqueo condicional de sus provincias. En España se atribuía el movimiento a la desordenada ambición de algunos facciosos y a la credulidad de los más, y se aseguraba que pronto extirparíase el mal y se castigaría a sus contumaces autores"; una apreciación descontextualizada y equivocada que chocó con la disposición de ser independientes de los principales líderes del movimiento conspirativo del 19 de abril de 1810 y que habrá de ser ratificada con el Congreso del 5 de julio de 1811 al acordarse, por mayoría, la declaración formal de la independencia de Venezuela. Esto quedará refrendado por los ejércitos patriotas en los campos de batalla, tanto en Venezuela como en una gran parte del sur de nuestra América, bajo la conducción magistral del Libertador Simón Bolívar.



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Homar Garcés


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