La grandeza del tenis

En esta vida y tiempos que me han tocado vivir, no encuentro espacio, ámbito o superestructura social alguna que me inspiren confianza. El único reducto que siento y presiento libre de manipulación, de trucaje o de corrupción es el tenis. Es lo único de todo cuanto se nos ofrece a la vista, que no me hace dudar de lo que estoy viendo. Es lo único que no me hace pensar que hay trampa en el partido. Quizá sea un ingenuo, pero difícilmente un ingenuo que viene afirmando casi toda su vida que la realidad o la verdad son un efecto óptico, una sucesión de acuerdos entre unas minorías en los ámbitos que sean, se equivoque en la única excepción que percibe. Pero sí fuese así, lo importante es dejarse embaucar por el ilusionista. Y éste, el ilusionista que pudiera haber detrás del tenis, es el único de los tantos que hay que me supera. De ahí mi tranquilidad…

El tenis es un deporte de masas; de masas cada vez más numerosas. El único espectáculo deportivo que desplaza en interés al resto en todos aspectos, por los motivos que a continuación enumero…

En primer lugar, por su perfección plástica geométrica en su ejecución. En segundo lugar, porque no hay contacto físico alguno entre los jugadores y jugadoras que compiten. En tercer lugar, porque si antes tampoco se perdía el tiempo en polemizar sobre un punto porque un juez árbitro definía la jugada dudosa sin problemas, actualmente me di ante la técnica llamada ojo de halcón se dirime automáticamente cualquier duda. En cuarto lugar, por la elegancia en el proceder del jugador o jugadora. En todos los casos acaba el partido con un saludo no ritual pero sí con un ritual saludo. En cuanto al público se refiere, de todas las partes del mundo, resulta de una belleza abstracta apreciable hoy más que nunca que escasea en casi todas las demás actividades y todos los demás espacios, el hecho de que aún estando previamente a favor de uno u otro jugador o jugadora, aplaude y anima uno y a otro indistintamente en el transcurso del partido y arrecia sus aplausos a favor del que va perdiendo fuerzas o habilidad y en todo caso por detrás en el marcador... El deseo, la pasión del espectador a favor del jugador local, están supeditados a la aceptación previa de la posible mayor destreza y mejor suerte del adversario…

En unos tiempos como los que vivimos, tan ásperos, tan agresivos, tan un todos contra todos ¿hay otro deporte, de masas, que reúna tantas y tan buenas cualidades deportivas, estéticas y éticas? No me extraña que cada año que pasa se note afortunadamente en el mundo el incremento de aficionados al tenis, a juzgar por el cada vez mayor número de torneos, aparte la cada mayor afluencia a las canchas de los que existen desde hace mucho tiempo…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 [email protected]      @jjaimerichart

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