El relato de una emocionada opositora

Este es el relato que dio una ferviente admiradora de la Maricori y del Prepresidente interino… Voy a iniciar un viaje con un grupo de «corruptos» como yo, decía aquella vieja que en sus inicios le decían la Chancletuda Asocerro. Me cuesta más de mil euros, pero no importa. Lo disfrutaré porque quizá sea el último que haga, hasta que el Interino prepresidente de Narnia haga un esfuerzo sobre humano y le diga Henry Ramos Allup alias Pájaro Loco que le dé una definición de lechuguinos y petrimetes por decir algo. También decir que el último y el único, porque ya se me acabó la manguangua del Ta barato dame dos. Porque me voy con mi nueva amiga del Country la Viky, que es un poco más joven que yo, por qué se ha estirado el cuero más que la famosa maracucha pero que ha viajado mucho y tiene mucha experiencia con el bisturí facial. Ya me hizo una lista con las cosas imprescindibles lo que llaman los gringos el Chopin. Tengo que comprarme un sombrero para soportar el sol y una mochila pequeñita para llevarla a diario. ¡Quién me verá a mí paseando con una mochila a la espalda! Oh My good! Porque hasta se debe balbucear palabrillas in inglis…esa mochila no es una bolsa del Clap.

Le digo a Vicky que me va a dar vergüenza, pero ella me contesta que en esos países extranjeros nadie me va a conocer, y que tengo que llevar bien agarradas mis cositas: la cámara de fotos que me regaló mi hijo que está escondido porque el régimen le quiere meter mano y mandarlo encanado porque se hizo pasar por choro rojo rojito, ah! si la crema para el sol que me recomendó mi hija, el abanico y la botella de agua importada de los apeninos franceses para el calor, los papeles y el dinero sustraído de forma honrada bajo el mandato Hamponil del prepresidente de Narnia. Yo le dije que mi dinerito lo voy a llevar en una cartera de tela metida en el refajo para más seguridad o como lo hacía la abuela que metía los cobres en los sostenes. Le pondré un imperdible también por si acaso.

Me compré unas sandalias o chancletas para no perder el glamour y que sean cómodas porque dice que tendremos que echar pata, aunque ella sabe que yo he caminado demasiado en esta vida en las campañas que hacíamos para sacar al tirano . Cuando era niña me recorría los montes buscando leña para luego venderla, las piernas maltratadas de cruzar Montes y veredas para rodear los caminos, esquivando a la guardia nacional guarda parques para que no me pillaran. Alguna vez me quitaron el haz de leña que llevaba y tuve que regresar a casa con las manos vacías ante la furibunda mirada de mi madre, que me decía con que haremos hoy las caraotas sancochadas…que en paz descanse. Pero esos eran otros tiempos de la cuarta. Tiempos de penurias y hambre, que no voy a recordar ahora, porque ahora trago más que un sabañón.

Fíjate que desde que me hice mujer, me mandaron a un taller de costura para que aprendiera el oficio, porque lo mío era serrucharle el trabajo a Corolina Herrera, cosa que tengo que agradecerme porque el poco dinero que he conseguido en tantos años de trabajo, ha sido gracias a la ropa que he hecho. Empecé haciendo pantalones y chaquetas de hombre (americanas les decíamos nosotros), para luego venderlas a las tiendas. Hoy día eso ya ni se ve. Supongo que habrá máquinas que hagan la ropa, porque las costureras sólo estamos para subir vueltos y hacer pequeños arreglos cobrando una minucia. Que quede claro que yo hablo de mi pueblo que es lo que conozco no de la jet capitalina.

También aprendí a hacer punto y cuando llegaba fin de mes y mi marido venía sin el sueldo porque se lo había gastado en el bar del barrio, me vi obligada muchas veces a quedarme noches y noches en vela tejiendo rebecas para poder ganarme cuatro lochas, de los de antes, me refiero porque hoy día son los dollars.

En los días de fiestas señaladas, como el Jueves Santo, el Día del Cristo o el Día de Corpus o el Día del Muerto Parao, en mi pueblo es costumbre que la gente estrene ropa nueva, así que muchas vecinas me hacían encargos de última hora para los que tenía que dedicar día y noche, porque en campañas repartían franelas con la cara del candidato caminador. Yo contenta por el dinero que ganaba, pero agobiada por el trabajo que tenía. Aparte de eso, les hacía los trajes a mis hijos para que estrenaran también, los quería ver arregladitos, acompañando a su padre en los mítines. Porque eso sí, él bebía y me daba palizas de vez en cuando, pero a las procesiones no faltaba nunca. Al principio yo le acompañaba, pero cuando los niños fueron un poco mayorcitos, me quedaba en casa para que la gente no me viera los moratones, y mientras yo preparaba la comida, él los llevaba y los mostraba orgulloso ante sus amigos, todos de la misma calaña.

Bueno, de esa historia no me quiero acordar, que el pobre ya murió de una cirrosis de tanto jartar lava gallo y miche, y bastante que sufrió, así que sólo voy a pensar en mi próximo viaje, ahora que ya los niños no son tan niños. Menos mal que han crecido fuertes y sanos y sobre todo queriéndose entre ellos y amando y respetando a sus parejas, porque siempre tuve el miedo en el cuerpo de que, viendo las peleas diarias con mi marido, se fueran a comportar igual, bueno digo yo porque no vivo con ellos.

Gracias a Dios los tiempos han cambiado, porque con los adecos se vivía mejor y ellos son los que me han aconsejado que viva con alegría los años que me quedan y que aproveche la experiencia de mi amiga, que ha tenido una vida totalmente distinta de la mía, porque su marido antes que lo encantarán se fue para el norte y se hizo pasar como un perseguido político… si de verdad supieran que es tremendo ladrón.

Tal vez nos vamos, porque el Interino dijo que el tour empieza por el DARIÉN. Ya mi hijo me sacó por la Internet toda la información necesaria, aunque mi acompañante dice que no hace falta, que nos van explicando todo por el camino y hay que estar pilas con los choros en esa selva. Estoy nerviosa, pero también emocionada. A la vuelta les contaré…goodbye…quizás me consiga algún día al Interino pa’ decirle cuatro vainas en la cara y darle un coscorron.



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Marco Pedraza


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