Máxima maquiavélica: "El que te conoce te destruye"…

Se tiende a opinar de política y por doquier escucharse que nada sirve, que los servicios públicos se mantienen en un perenne caos, percibiéndose que las cosas cada día empeoran y que al parecer no hay ni aparecerá nadie quien realmente le pueda poner orden al DESCOMUNAL DESASTRE. Es muy fácil quejarse, vivir en un permanente y aburrido llanto, pero lo terriblemente difícil y arriesgado es meterse a tratar de arreglar las cosas de un país, es decir, asumir responsabilidades públicas, un alto cargo en un gobierno. Si amas a la patria con devoción sincera tendrás que saber que no escaparás de los insultos y dicterios en los que se catalogará de ladrón, urdir crímenes (imaginarios) que de paso calan fácil en el vulgo, en la gente, y que tu destino podría estar marcado por un largo calvario de acusaciones e inventos. Es algo que todos los que incursionan en la política, deben saber. Existe otra categoría de "políticos", los mercenarios, los logreros o eminentes Dientes Rotos, que por un golpe de suerte son encumbrados a altos cargos, y trabajan sólo para sus negocios particulares.

A mis años, me he ido dando cuenta de que pocos saben que cada ser humano trae un áurea, una conformación química especial y una actitud o condición muy propia de sí, que emite una especial irradiación hacia los demás, cuyos efectos pueden medirse en poderes para manipular o controlar su entorno. Es otro tipo de lenguaje, el de su ser, el que revela sus actitudes ante los hechos, sus pensamientos e ideas. No somos del todo conscientes ante el modo de cómo recibimos toda esa información que, digamos se presenta de manera esotérica, eso que nos trasmiten las otras personas, pero es en definitiva lo que acaba por tener un peso y una fuerza penetrante y determinante en ellas. Esto, que cada cual irradia, algunos lo llaman PERSONALIDAD, pero PERSONALIDAD en esencia es MÁSCARA, según el origen de esta palabra (del griego). En esta dirección, existen seres que son capaces de CONTENER a otros en esta clase de percepción o comunicación, son los que pueden saber si están tratando con alguien débil o fuerte, confundido o alerta, sagaz o claro en sus propósitos. En muchos casos esta percepción puede darse de manera inconsciente, aunque por ello o debido a ello, quien la posee, de algún modo entonces despliega sus armas para imponerse o tratar de someter o controlar al otro.

En el trato común que suele darse de modo natural, este juego entre seres humanos, parecidos a los del gato y el ratón, van velados de muchas maneras, y lo que los pone al descubierto son ciertos detalles físicos tales como los movimientos de las manos, las miradas, el tono de las palabras y principalmente en ciertos casos, la ira, la rabia, la desesperación, la angustia, los recelos y celos. Es por ello por lo que el verdadero político, en esta categoría, es quien mejor sabe manejar sus instintos, sus temores, sus nervios. Como quien dice, jamás desnuda sus intenciones ni su alma ante los demás, porque sabe que quien lo conoce lo destruye. Al verdadero político (y pueda que éste nunca se haya leído un libro, puede ser un perfecto analfabeto) no es posible detectar sus verdaderas intenciones en ciertos pasos estratégicos fundamentales. Él estudia a los otros sin que éstos se den cuenta, tiene un poderoso y natural, insisto, detector o manual en su mente para estudiar el otro, de los propósitos y finalidades de aquellos a quienes dirige o trata. Pero en este universo de categorías uno llega a encontrar similitudes sorprendentes al del político con el de los comerciantes, o con quienes son dados a los negocios. El comerciante es también un político en estas sugestiones, posiciones y ardides profundamente sicológicos.

En estas categorizaciones, el intelectual no sirve para la política, su papel es en esencia el de la crítica, es aquel que nunca está satisfecho con nada y quien se siente siempre obligado a expresarlo. El político debe en sí tener múltiples caras. No puede estar encasillado en nada. En este sentido, por otro lado, solía decir el genial Francisco Umbral que el escritor es la mejor puta del político. Porque a la vez es el escritor quien lo esculpe, quien lo eleva, lo define, lo ensalza o, dado el caso, quien puede desenmascarar sus intenciones o destruirlo. El político recela del intelectual. No lo traga pero lo necesita.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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