Tibisay Lucena

Su nombre se hizo leyenda, no en la pluma ingeniosa del bardo montañés, porque en estas latitudes no necesitamos princesas para ser nación y tener épica propia, originaria.

Se hizo leyenda en la contienda de la dignidad contra el oprobio.

Las hordas del odio se empecinaron en lacerarle su dulzura y tropezaron con una elegancia prístina. Si. Léase como lo explica Ortega y Gasset: "Conviene retrotraer aquella palabra a su sentido prócer que es el originario. Entonces tendremos que no siendo la famosa Ética sino el arte de elegir bien nuestras acciones eso, precisamente eso, es la Elegancia. Ética y Elegancia son sinónimos."

Se hizo leyenda porque como una especie de criatura mágica de fábula con ejemplarizante moraleja, mientras más impropios improperios le lanzaban los momios, mayor se hacía su virtud ciudadana. Entiéndase esto último con Bolívar: "Tengamos una conducta recta y dejemos al tiempo hacer prodigios".

Así se veía a Tibisay andar por la vida; así la veía entrar a la sala de sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente en 1999 con su franelita blanca y sus jeanes descoloridos como una estudiante universitaria. Asesoraba Comisiones, asistía a delegaciones, ayudaba en aquella tarea trascendente. Por eso –seguramente- se le observó esa conducta tan reciamente constitucional en las altas funciones de Estado que le tocó merecidamente presidir, por cierto, es justo recordarlo, junto a un grupo de mujeres muy capaces y patriotas como Ella.

Un tal Lorenzo María Lleras redactó un decreto para expulsarla del país. Los Azuero y otro fulano Ducoudray-Holstein lanzaron panfletos anónimos calumniándola con las más ruines ofensas. El genocida antivenezolano Francisco Tomás Morales mandó a darle latigazos. Los traidores Riva Agüero y Torre Tagle quisieron raptarla para entregarla a nuestros enemigos.

¡Vaya partida de miserables de alma!

Y cuando los complotados del 28 de septiembre fueron a matar la democracia, ella con su carácter de libertadora salvó la única legitimidad posible: la del pueblo.

¿Qué si era bolivariana?

Pues claro. ¿Es que hay otra forma de ser venezolana y no perderse en el intento?

¿Qué si respetó la pluralidad política como manda la Constitución Bolivariana?

Religiosamente. Sin falsos cultos. Sólo bolivarianamente.

Tibisay si es nombre indígena. No de una "princesa". No necesitamos más eurocentrismo.

Tibisay es nombre de guerrera de la Patria Buena. Ciudadana del bien común. Guardiana de la paz y la convivencia.

Honores y admiración es lo que me brota del corazón como ramo de flores en su camino inextinguible.



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Yldefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

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