Crónicas cotidianas

Tengo que seguir viviendo

Martina me cuenta que ella no quería que se fuera, no solo porque era su marido y ella estaba enamorada de él, sino porque tenían un hogar sólido, con dos hijos de 7 y 8 años, y ella nunca se quiso ir, porque sostenía que, aunque la situación estaba difícil, no podían cambiar su tranquilidad y a su familia, para ir a una aventura, donde por otras experiencias que conocían, no iba a ser fácil. "No Rafael, él se empeñó en decirme que yo siempre le hacía caso a mi papá, que no es mentira, pero yo siempre converso con él, y es un tipo con esa sabiduría popular que solo te la da vivir todos los días y llevar vainas. Mi papá se tragó la enfermedad de mi mamá, con una valentía que n te cuento. 32 años juntos no es un juego. Sólo dos veces lo vi llorar, y en ninguna fue cuando murió y la fuimos a enterrar. Él tiene muy buena relación con Ángel, lo quiere mucho porque él me respeta y me trata bien. Entonces mi papá le decía que esas aventuras no eran fáciles y que, además, él no tenía necesidad de eso, porque tenía una calidad única como soldador. Mira amigo, lo llamaban de todas partes porque sabía todo sobre soldadura, pero lo llamaban y le pagaban para que diera cursos sobre soldar con electricidad, micro vaina que le dicen. Pdvsa lo llamaba por lo menos tres veces al año para que matara algún tigre o para que dictara algún curso. Y se ganaba muy buena plata. Hasta me compró un carrito para que yo no "anduviera" con los muchachos en autobús. Pero le metieron esa vaina en la cabeza de que con sus conocimientos se iba a hacer millonario en Perú. Hasta un imbécil gerente de Pdvsa, una vez aquí en la casa, le dijo que, si le echaba una bola, él se iba con unos reales y montarían un negocio grande allá. Yo me negué, y ya tú sabes, el chantaje, la manipulación, que si no lo quería, que si no lo apoyaba. Yo simplemente le dije, siempre voy a amarte, pero no voy a llevar a mis muchachos a pasar trabajo, y tampoco se los voy a dar nadie, a ver si me muero de solo pensar en ellos".

Lo cierto es que, a pesar de las discusiones, Ángel no dio su brazo a torcer y se fue al Perú, a la ciudad de Puno donde unos amigos estaban instalados y le ofrecieron vivienda mientras se equilibraba y conseguía su propia vivienda. Efectivamente, encontró trabajo de inmediato, pero muy pronto se dio cuenta de que le pagaban mucho menos de lo que debía ganar, trabajaba 14 o 16 horas por día y de lunes a lunes. Ocasionalmente, como era un trabajador calificado, la empresa le permitía tener medio día de descanso. Seis meses después, cuando hablaba con la esposa, se le sentía la congoja. "Un día me dijo que yo había tenido razón y que le hacíamos mucha falta. Yo le dije que no siguiera perdiendo el tiempo, que se viniera. Pero era muy orgulloso y no quería regresar con las tablas en la cabeza. Le dijeron que había trabajo en una fábrica grande hierro forjado que había en las afueras de Lima, y allá fue a parar. Efectivamente consiguió trabajo, pero en jornadas realmente brutales y el trabajo les quedaba a tres o cuatro kilómetros de una pequeña habitación que había alquilado. De paso tenía que atravesar una barriada bastante peligrosa".

Martina me explica que se comunicaban en la noche lunes, viernes y domingo y hablaban largo. Le dijo que estaba reuniendo porque en agosto se vendría con un poco de plata para ir con ella y los muchachos para la playa. "Pero pasó una semana y no me llamó, y dos semanas y tampoco. Y tenía el teléfono de la señora donde él vivía y por fin pude comunicarme con ella. Me dijo que se había mudado y había vendido la casa; pero que había otro señor que era ecuatoriano que trabajaba con él y vivía en la habitación de al lado. Tres días después me llamó y me dijo que no se había podido comunicar que me iba a enviar el número para que yo lo llamara. Como a los tres días hablé con él y me dijo que tenían una semana desaparecido, el y dos trabajadores más, y que la empresa ya lo había denunciado. Hacía como tres semanas habían salido en la tarde del trabajo y pasaron por un bar a tomarse una cerveza. Finalmente, la policía encontró los cuerpos de los tres tirados por una quebrada. Eran dos peruanos y él. No se sabe qué pasó. Todavía están investigando. Estoy aquí sin decir nada, porque no sé si siento mucha arrechera o mucha tristeza. Él no merecía ese destino. Y tengo que seguir viviendo por los chamos".



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1364 veces.



Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 [email protected]      @aureliano2327

Visite el perfil de Rafael Rodríguez Olmos para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: