Crónicas cotidianas

Dios me trajo hasta aquí

Mientras me comía la empanada, sentado en la silla de la mesa plástica en aquel puesto en la acera del Mercado Periférico de La Candelaria, la observaba con detenimiento. Caminaba a un lado y a otro, saludaba a cualquiera, se reía. Desaparecía de mi vista y al rato volvía aparecer con su cesta en la que había tres termos, uno contenía café, uno toddy y uno café con leche. A un lado de ese gran bolso, diseñado por ella misma y cocido por una amiga, tenía una especie de bolsillo, donde estaban los vasos por tamaño y un paquete de servilletas. Finalmente, se acercó al puesto de las empanaderas, conversó con ellas, echó risas, bromas, saluda al que pasa por un lado y sentó en la mesa donde yo estaba. "Permiso, buen provecho" me dijo. Se sentó, sacó servilletas y comenzó a secar el sudor de su redonda cara, no sin antes quitarse los gruesos lentes redondos que ayudan a su vista.

Tiene peso de más, quizás unos diez o quince kilos, sonríe, observa y se seca el sudor de manera insistente. Zapatos deportivos soportan su peso, un jean limpio y un sweter manga larga a rayas horizontales, viste su cara con argollas pequeñas en las orejas y un maquillaje casi imperceptible resaltan la gracia de una cara bonita. El pelo es largo todo peinado hacia atrás terminado en una cola que a su vez, pasa por una gorra. Aparenta entre 28 y 35.

"Si, me levantó a las cuatro y de inmediato monto el agua para hacer el café, en dos ollas.

Con una hago los cafés y con la pequeña hago el toddy. Cada termo carga 70 vasos pequeños y 35 vasos grandes".

.- Y los vendes todos, le pregunto

Casi siempre. A veces me regreso con un poquito de toddy, porque se vende más caro, pero yo me lo tomo.

.- Me imagino que se lo das a tus hijos, le indico tratando de encontrar más información.

.- No señor, yo vivo sola. Soy de Valle de la Pascua. Mi mamá no quería que me viniera para acá, solita, pero allá no había nada. Está más difícil que aquí. Me vine solita y alquilé una habitación con otra muchacha que no conocía. Ella es de Trujillo y trabaja con unos primos con verduras y hortalizas. Bueno, tuvimos allí dos meses, hasta que, con la venta de café, había guardado una plata y me hablé con una señora de una casa por allá abajo que vive solita y me alquiló una habitación. Ella me permitió que le pagara el depósito en tres partes. Pero tengo mi habitación sola.

.- Y desde cuándo estás aquí

Voy a cumplir tres años. Me compré una neverita usada, una lavadora y un televisor usado. He hecho muchos amigos aquí. Tú sabes, trabajadores, muchachos como yo, la mayoría de otros estados, algunos, como yo, somos bachilleres, y otros llegaron a tercer año.

.- Y nunca has tenido problemas

No. Como todos nos conocemos. Siempre somos los mismos y nos protegemos. A veces si se me hace tarde, uno de los muchachos me acompaña, pero vivo aquí cerca, a dos cuadras.

Tengo metida en la cabeza que me voy a comprar una motico.

.- Y ya haz reunido dinero como para eso

.- Yo no gasto casi. Como por aquí y muchas veces me regalan la comida. Guardo casi todo y le mando a mi mamá y para mis hermanos, para ayudar a la casa. Pero siempre Dios te ayuda. Hace como dos meses, me encontré una billetera, de esas largas que llevan tarjetas y cosas. Tenía un montón de plata que ni siquiera conté. La metí en el estuche y seguí vendiendo café, pero como yo paso por todos lados, cuando pasé por donde unos árabes que son mayoristas a llevarles café, el señor estaba llorando, y yo le pregunto, y me dice que el hijo había perdido la billetera con el dinero para pagar la mercancía. Que estaba endeudado. El hijo llevaba como tres horas buscándola por todas partes. Yo la saqué del bolso de café y se la di y el hijo estaba en eso llegando. Al muchacho se le salieron las lágrimas. Yo le dije que me la había encontrado y que la había metido en el bolso del café.

Me abrazaron, me dieron besos. Hablaron algo en árabe y el viejo sacó mil dólares y me los regaló. Me dijo que le había salvado muchas cosas. Ya ve, eso fue Dios, quién más si no.

.- Pero si eres bachiller, podrías conseguir un trabajo mejor.

Nada de eso. Aquí me han ofrecido trabajo por 25 dólares a la semana y me dan la comida. Vendiendo café, lo mínimo que hago son 250 dólares. Hay días que me hago 450 y a veces me encuentro gente generosa que me da 5 dólares por un café grande. No tengo marido, no tengo hijos, no tengo novio. No salgo. A veces con unas amigas del mercado, nos echamos una escapada y nos vamos para la playa, pero de una vez a la cuaresma. Así que no gasto.

.- Y hasta cuándo vas a vender café, porque eres muy joven todavía

.- Quiero por lo menos entrar a la universidad y graduarme. Me voy a inscribir en una aldea por aquí a ver si estudio administración, y ver si reúno suficiente dinero para montar un negocito allá en la Pascua, más adelante, quién sabe. Dios me trajo hasta aquí y no sé a dónde me llevará.



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 [email protected]      @aureliano2327

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