Una dosis de ética

Así como en el mundo, actualmente, clama por una dosis de vacuna para enfrentar la pandemia que azota a la humanidad, el clamor debe elevarse también al sector político, pero por una dosis de ética para adecentar el ejercicio de la política en todo el orbe.

El mundo político (Derecha , izquierda y sus matices) cada día más, se empaña, y vemos que a él acuden personas que no tienen ningún interés de profesionalizarse para ejercer trabajos decentes, sino, encumbrase en el poder para desde allí llenar sus apetitos personales, la ambición los envuelve.

Ese desmedro de la política la observamos en forma notoria. Cada día se incrementa el número de personas (independientes-indiferentes- los que no quieren saber nada de política) que terminan aborreciendo esos procedimientos y dándole la espalda a los que pretenden encarnar las tendencias políticas, ya que están hastiados de ser utilizados como escaleras para encumbrar liderazgos que luego se interesan sólo por mantener sus puestos y abultar sus cuentas bancarias.

Para que estudiar, dicen algunos, si con meterme a político basta. Me inscribo en un partido y allí empieza mi carrera como escalador social, en beneficio de mis propios intereses, dejando atrás las expectativas y esperanza, de los que en algún momento creyeron en mí.

De allí que el mundo político ha sido inundado por aventureros, por ciudadanos, si es que se le puede calificar de esta manera, ávidos de poder, sin ningún criterio de servidores públicos, sin ningún otro fin, que satisfacer su propia egolatría.

Esa ambición se ha extendido cual pandemia. El mundo político (Altos Ejecutivos, Cargos electivos) se ha contaminado de, tal manera, que pareciera un territorio minado, para cualquier aspirante honesto a servidor público.

Vemos, y esto se puede extrapolar a cualquier sociedad, tanto de nuestro mundo, como del denominado mundo "desarrollado", cómo altos funcionarios, con elevados niveles salariales, terminan tentados por la ambición y se entregan en brazos de la corrupción, de los negocios socios, del tráfico de influencias, del nepotismo, del quítate tú para ponerme yo, sin ningún otro propósito, que no sea el de sus propios intereses.

La manzana podrida, descompone toda la cesta: el político ambicioso, no le importa el país, no le importa la organización a la que pertenece y los utiliza, sólo, para escalar posiciones; no le importan las personas que alguna vez creyeron en él; no le importa ni siquiera su familia, ni tiene ningún sentimiento y apego por su país, porque igual le da robar y escabullirse a cualquier otra nación para disfrutar de lo mal habido. La ambición lo corroe, como un ácido que le carcome el alma.

Contra esas personas que hacen de la política un negocio redondo, no hay camisa de fuerza que le impida actuar así. Es como el delincuente común que asume violar la ley, hacerse criminal; el escogió su profesión y esa es: ser delincuente o como lo llaman en otros lares, Criminal.

Razón tenía Aristóteles cuando en sus reflexiones filosóficas decía, que sólo la Ética, podía frenar la ambición del hombre. Por eso pienso que a la política y a los políticos del mundo actual, les hace falta una buena DOSIS DE ETICA, PARA ADECENTAR LA POLITICA Y VOLVER A PONERLA AL SERVICIO DEL HOMBRE Y LA MUJER, EN SOCIEDAD.


 



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Jesús Sotillo Bolívar

Docente en la UCV

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