“El Alma de las manos”. Por el buen vivir

Para un homenaje y reconocimiento a los pueblos indígenas -¡Hacia el 9 de agosto de 2013, su Día internacional declarado por la ONU!- como a Marie Claude Mattei Müller, en un viaje imaginario por “El Alma de las manos”. Viaje del testimonio y la oralidad al libro de la vida, hojas de árbol abiertas, savia que sube desde sus raíces ancestrales, encuentro de lo extraordinario, al florecer en la vida cotidiana por el Buen Vivir. ********

Vimos un día en las vidrieras de las Librerías del Sur “Kuai-Mare”, ese libro cuyo título lo describe y lo resume todo, de la autora que hizo carne el alma de las manos y las manos colectivas que lo tejen de generación en generación y en los siglos por-venir, perpetuando el legado y espíritu de esos pueblos y culturas; desde ese momento, hemos sentido una indescriptible curiosidad, sobre todo para hacer un itinerario de largo alcance de todo lo que el título, bien logrado sugiere hasta entrar de inmediato en las profundidades de su contenido en cada una de sus páginas e ilustraciones.

Pudiéramos incluso hacer talleres participativos, para indagar lo que esa composición, casi musical, alma de las manos, sugiere.

A Marie Claude la conocimos hace muchos años a través del maestro Esteban Emilio Mosonyi….eran esos tiempos del florecimiento del Movimiento por la Identidad Nacional, coordinado por nuestra inolvidable compañera y amiga Gloria Marrero, así como del Movimiento indio por la identidad nacional, Coordinado por la hermana Noelí Pocaterra Uliana, en la génesis de CONIVE, cuando intentábamos salir en la IV República de una prohibición: la organización libre y autónoma del movimiento indígena nacional.

Queremos hacer un acercamiento a su intimidad, al margen de su lectura, por ahora, con toda la intencionalidad, como ejercicio intuitivo para producir en el espíritu una sed quemante, que nos lleve después a retomarlo, más despiertos, con más vigilia por el Alba de un nuevo amanecer, con mucho más sol entretejido en la neblina de la selva amazónica, en el contraluz de todas las conjeturas: ¿Acaso el título mismo no describe y resume todo el libro y las vivencias de su autora personal y del sujeto colectivo? Porque el libro tiene dos autores: Marie Claude y la comunidad indígena, creadora de su propio arte. Pocas veces un título contiene toda la obra, haciendo mitología de lo cotidiano, como diría alguna vez Rodolfo Izaguirre, luz y sombra de un mismo cuerpo en movimiento. Hablamos así, porque en ella no anida la expropiación, ni el despojo cultural y territorial. Quisiera ella, devolverle el alma a las manos creadoras de sus autores originarios en los conucos del tiempo, atrapando mariposas en las alas del viento, en esos círculos de la roza y la quema de la agricultura semi-itinerante de la selva tropical húmeda. En el desprendimiento personal y colectivo, para el renacer de la solidaridad.

“El Alma de las Manos”, habla por sí misma, llena de poesía y maizales de fecundas espigas en las barbas contemporáneas del tiempo ancestral, del paisaje humano, sembrado en el continuo hombre-naturaleza, mujer-cultura-naturaleza, el cual merece reseña y comentarios en alto relieve. Tan vivos y ritualizados como su nombre lo asume. Semeja el nombre de una obra de teatro, escrita por una dramaturga en el escenario del entramado selvático, sin anular la libertad de sus actores y actrices, capaces de dirigir sus propios maquillajes y máscaras expresivas, su compleja coreografía en comunión íntima con animales, plantas y minerales, en esa concha acústica del silencio, donde el cosmos cobija también el trueno y el relámpago del Catatumbo. Artesana de la palabra Marie Claude al describir una indianidad con sus virtudes y defectos de todo lo humano, dotada de carencias, inhibiciones coloniales y potencialidades libertarias. Superando los carencialismos de leyendas negras y doradas venidas del otro lado del Atlántico, con sus mitos del “Buen Salvaje” o del “Hombre lobo del hombre”, en ambos casos errados para caracterizar a nuestros pueblos y comunidades indígenas del pasado y del presente. Y así, a cualquier pueblo del planeta, salvo cuando operan filosos estereotipos en la ponzoña de los fascismos. Sean los de ayer o los de hoy, más sofisticados y engañosos ahora, por la magia de la dictadura mediática global. Intuimos por eso, que este es otro “Libro del Buen Vivir”, escrito para devolverlo a la oralidad y a la posteridad de sus pueblos y de la humanidad en su conjunto.

Marie Claude Mattei Müller es una destacada antropóloga y lingüista que ha entrado en sintonía cósmica, familiaridad y compromiso orgánico con los pueblos indígenas de Venezuela, su patrimonio cultural y la sinfonía de sus idiomas maternos, especialmente con el pueblo e´ñapa del municipio Cedeño del Estado Bolívar y el yanomami del Estado Amazonas, entre otros. No se trata de otra cronista de indias o nueva “Cronista del Rey” como llamaría hoy el poeta Antonio Trujillo, a quienes no están al servicio de la nueva independencia, la descolonización y la unidad bolivariana del continente. Marie Claude es de otro ver, sentir y vivir, con su corazón enclavado en esta revolución bolivariana, porque no vino a buscar el Dorado: no vino a cambiar nombres sino a restituirlos. No vino a describir “indios sin alma”…(ni a restablecerlos con las bulas de los Paulo III de 1537)… No habla por tanto a lo Colón-colonizante, de Tierra de Gracia, Boca de la Serpiente, Boca de Dragos, ni siquiera de las mitológicas amazonas, porque su palabra es verbo encendido desde este otro lado del océano, en múltiples lenguas originarias de la tierra y territorio de los pueblos nativos. De esos idiomas “particulares”, que siempre han tratado de ser desconocidos por la “lengua general” -única y oficial- del imperio y por la ilustradísima “lengua general de la ciencia”: Que todo pretende mirarlo, como dice Santiago Castro Gómez, desde la hybris del punto cero, en una intención de objetividad y neutralidad, sin localización y punto de vista geográfico, histórico, social y cultural. Nada más ideologizante: pero ese es el discurso de la ilustración que le amputó el alma a las manos, así como el colonialismo inglés en la India amputó hasta los dedos de los y las tejedoras, con el aval de una intelectualidad eurocéntrica y colonizada. De allí Marie Claude trabaje ahora en un arqueo del mapa lingüístico de nuestro presente ancestral. De la Venezuela Profunda y su geografía humana originaria en el presente histórico concreto.

El Alma de las Manos, sólo con el nombre, rompe de fondo esa distancia antagónica entre manos y espíritu de crear, hacer y perpetuar el arte de los pueblos originarios, nunca desvinculados de su visión del mundo, de su cosmovivencia familiar y comunitaria, ecosistemas específicos y de sus formas de organización social y política, así como de su relación de intimidad etno-lingüística y etno-histórica con tierra y territorio, como pies distintos de un mismo cuerpo, de hombre y mujer, familia y comunidad como un microcosmos en el macrocosmos. La bendición de ese quehacer artístico y cotidiano, tal vez no olvide ese estrecho vínculo entre manos y nacimiento en el recuerdo imperecedero y milagroso de las parteras y de las manos - madre de la madre naturaleza, como anunciación del Hijo-Patria del futuro. Me refiero a ese parto natural y sin dolor, donde la Madre Cósmica realiza –sin traumas- su propia obstetricia. Semilla en tierra, que nace sola, con manos de agua, de luz solar en el viento. Madre araña, que siembra, teje y desteje códigos lingüísticos y culturales específicos. Sin matar, sincretizar o eclectizar al otro diferente en nombre de supuestas “síntesis superiores” de la “cultura única-mestiza” o de “lo criollo”, para negarle personalidad distintiva, identidad propia, creatividad trascendente a los pueblos y culturas colonizadas. Es probable, que la propia antropóloga que observa y describe, se haga al mismo tiempo, arte y parte de ese tejido imperecedero, sumergida como pez en el agua en “El Alma de las Manos”, de aquellas culturas y pueblos ancestrales. Rompiendo con su propia formación académica, pero sin crear antagonismo entre las culturas populares y los saberes académicos. He aquí la clave de la interculturalidad.

La obra intenta también una progresiva ruptura con esa vieja tradición renacentista, unilateralmente occidentalizante, de esa ilustración que dividió en forma tajante trabajo manual y trabajo intelectual, espiritualidad y trabajo artístico, creatividad personal y colectiva, vale decir, arte y artesanía, arte y bellas artes. De allí también el sentido de esas manos que mueven en forma simultánea el trabajo y el juego, ocio creativo y laborioso, encarnadas en lengua materna, en el trabajo de canto y danza. Trabajo y ritual. Trabajo y amor, en ese otro tejido de la arquitectura de sus casas comunales, magistralmente descrito por Fruto Vivas, como la Flor- vivienda, que con el sol o la lluvia abre y cierra sus pétalos la orquídea sobre el Tepuy (Pabellón venezolano. Expo-Hannover 2000). O en la rosa de los 4 elementos donde reposa la memoria eterna del Comandante Supremo en el Cuartel de La Montaña.(el éter como quinto elemento, queda sugerido)… Trabajo y contemplación, contemplación y acción, en el mismo instante: cosmovivencia, oración, ver es actuar, canto ritual que encarna la vida y la vida, canto y oración encarnada para no dejar duda en el alma de las manos. Renunciando a toda pretensión extrema de infierno o paraíso, que pueda ocultar detrás del escenario la complejidad de las sociedades y los agudos conflictos sociales.

Si algo ha caracterizado a la sociedad capitalista al convertir el arte en mercancía es el pasaje por una des-ritualización progresiva del trabajo y lo lúdico, anulando su sentido creativo, su azufre, su innovación, transformado en “moda pasajera”, en antagonismo con la conservación y defensa de la cultura como totalidad ancestral, pero en la historia y en lo multisocietario, con la cosmovisión y la continuidad de la cadena de la vida, de los elementos naturales sobre los cuales ella se auto-sustenta y reproduce. Marx decía: la mercancía empobrece la tierra y el hombre, como degrada el mundo de las cosas.

Esa unidad alma-manos, está llamada a superar críticamente el constante antagonismo entre lo sagrado y lo profano, oralidad y escritura, cultos e incultos, o ya, la pretensión de “evangelizar”, “civilizar”, “modernizar”, como vías para salir con horror endorracista y vergüenza étnica y hasta de clase, de las proteicas indianidades, negar pueblos y culturas con un patrimonio humano, lingüístico y cultural de complejidad milenaria y al fin retornarnos al imaginario colonial de la “limpieza de sangre”. Especialmente cuando se trata de pueblos y culturas originarias en un continente usurpado y con pretensiones de “conquista perenne”, en nombre de “la razón segunda” de Occidente, nueva convocatoria fascista a la renuncia a nuestro ser histórico, cultural, social y espiritual. Nuevo Caballo de Troya, con sus filósofos de la ambigüedad, para una conquista encubierta, sujetos contrarios a nuestra independencia y liberación definitiva. Afortunadamente hemos entrado en la nueva era del Pachacuti y tenemos la obligación moral y espiritual de ayudar a la humanidad y al planeta a restablecer su propio equilibrio, cuyas flores se han marchitado con el mito del desarrollo indefinido de las fuerzas productivas y su modelo eco- etno-genocida. Esperemos, que en medio del caos, una ciudad sobre otra, no se lleve también los tepuyes y hasta los cerrojos del Waraira Repano, la Cueva de Guaicaipuro en Los Teques y su hábitat, el nicho ecológico del sitio de Suruapo o Suruapay en la quebrada de Paracotos, sin olvidar que ya nos han arrebatado La Piedra Kueka, mientras se clama y lucha con el pueblo pemón por su pronto retorno a la tierra de origen.

Para decirlo con palabras de César Rengifo, ese libro de Marie Claude, es otro expediente abierto de la anticonquista. De la resistencia indígena. Que retoma en la era de la idiotización digital “El Alma de las manos”, por ello constituye un llamado a la juventud a soñar- despierta, donde realismo y surrealismo sean sol y luna del mismo cosmos. ¿Acaso en el Alma de las manos no encontró Jesús Soto el cinetismo warao y ye´cuana? De esta forma, Marie Claude nos recuerda también, a lo Rengifo, que todo arte que viene del pueblo, debe ser restablecido en sus propias fuentes, en sus propios orígenes, en su inviolabilidad espacial, en su irreductible contemporaneidad y actualidad histórica.

-Yo no reclamo otras tierras sino aquellas que nos pertenecen, esas que hablan en mi lengua, labradas, con el alma en las manos, nos dirán desde lo alto, el sabio Barné Yavarí y el Cacique mártir, Sabino Romero. Con la mirada en llamas del Comandante Eterno.

Terminando estas notas comenzaré a leer esa obra monumental de los pueblos, recogida en la pluma y la observación minuciosa de la antropóloga y lingüista Marie Claude Mattei Müller. Haciendo el viaje al revés, poniendo por delante su testimonio de vida, sobre lo escrito y lo figurativo.

Tierra de Guaicaipuro, hacia el 9 de agosto de 2013. Día Internacional de los pueblos indígenas. HACIA EL SIMPOSIO EL BUEN VIVIR COMO PARADIGMA ANTICAPITALISTA. 12,13 Y 14 DE AGOSTO DE 2013- TEATRO NACIONAL- CARACAS.


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Saúl Rivas Rivas


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