Contra el "tapa ojos" de nuestra diversidad cultural

        EL CUENTO DE QUE “CON LAS MIGRACIONES INTERNAS, DESAPARECIERON LAS DIFERENCIAS CULTURALES REGIONALES Y LOCALES EN VENEZUELA”…  (Suena risible, pero lo afirmó un intelectual de alto relieve)

ESTA ES  LA  VERDADERA  BABEL DE PAPEL

No es posible buscar ayer, hoy o mañana una identidad nacional,  tomando como  referentes  una sola cultura y una sola lengua y una sola visión del mundo. La camisa de fuerza de la  monotonía y homogeneización cultural comienza por la negación radical de los pueblos originarios de todos los continentes y a los históricamente más arraigados, cuando se les quiere desconocer su derecho a las tierras y al espacio físico para reproducirse y ejercer el desenvolvimiento posterior de  su descendencia, de generación en generación.- Pero este asunto comenzó en grande  en América en 1492 y todavía no ha concluido para los hijos de Cortés, de Pizarro, de Losada y de Francisco Fajardo, quienes  siguen disputando  ese derecho a los hijos de Guaicaipuro, de Cuathemoc,  de  Caonabo  y Anacaona, de Túpac-Amaru, de  Túpac Katari, de Bartolina Sisa y de Lautaro.  Frente a eso han aparecido desde  los primeros días hasta hoy  los héroes y las heroínas de la anticonquista. Y con ellos estamos y estaremos. Como le tocó a César Rengifo en su tiempo. La misma  España que nos colonizó, a pesar de encontrar su unidad en su encontronazo con América, tampoco ha podido, ni podrá suprimir sus diversidades culturales internas, como  ha querido hacerlo aquí y allá en su propio patio.

CONTRA EL “TAPA OJOS”  IDEOLÓGICO DE NUESTRA  DIVERSIDAD CULTURAL

     Las regiones y  localidades,  no son  una especie de “casabe mojao”  que se disuelve ante  nuestros ojos  en ese constante  ir  y  venir de gente, traslados de un lugar a otro, menos todavía tomando  como referencia  las migraciones internas de  un  país, de una  localidad a  otra, de una región a  otra.   Casi  nunca  es  la hospitalidad y  el intercambio por si mismo,  lo  que produce  la  desaparición  de  sus  propias  diferencias culturales  entre  una  región  y  otra,  entre  una localidad y  otra. Por  el contrario, dentro de  más  libre y  recíproco sea el intercambio,  se  fortalecen  las  diferencias  culturales  con  los  aportes  de  quienes  intercambian  y se nutren mutuamente, aumenta  la  solidaridad,  la  comunicación  y el constante enriquecimiento.  Otras veces, con  el  tránsito  rural urbano  y  especialmente en un  país  petrolero como  el nuestro,   -ese  que    César Rengifo  llamó de  “Las Torres y  el Viento” o de  “El vendaval amarillo”-,   se  resiente fuertemente  la  matriz  colectiva con la destrucción de las comunidades ancestrales y campesinas, disminuyen hasta cierto punto las potencialidades  organizativas, se domestica y burocratiza su movimiento obrero, pero   no  desaparecen las  diferencias culturales  entre  una  región  y  otra, entre una localidad  y  otra. Esta diversidad es una garantía de resistencia cultural en cada derrota política, como diría Amílcar Cabral. La resistencia, derrotada en las grandes ciudades se refugia en la provincia. Incluso en las fronteras  entre un país y otro. Es totalmente falso sostener que  en  Venezuela  a consecuencia  de la  migración  rural – urbana  desaparecieron  las  diferencias  culturales  entre  sus regiones y  localidades, más todavía si hay   de 45 a 50 pueblos originarios y  descendientes de  indígenas por doquier, y que hoy los propios indígenas están presentes en todas las grandes ciudades y Estados de Venezuela, además de que algo parecido ocurre con los poblamientos afrodescendientes; hay que afirmar la presencia de pueblos indo- hispánicos  con un perfil cultural bien definido como en Los Andes venezolanos; o en los casos muy sociodiversos de llaneros, amazónicos, guayaneses, margariteños, zulianos, centrales, orientales, occidentales o sureños, caribeños etc.; más si hay  vertientes humanas y culturales de la misma  Sudamérica y el Caribe, con una dinámica cultural inter-fronteriza; si hay una diversidad  euro-descendiente, hispano-árabe, judeo-cristiana, y asiático-americana, en sus viejas y nuevas vertientes migratorias. ¿De cuál homogeneidad cultural me hablan?  Esta afirmación  -de que en Venezuela por las migraciones internas desaparecieron las diferencias culturales entre regiones y localidades- es   uno   de  los  peores disparates   y aberraciones antropológicas  que   he escuchado  en los últimos  tiempos. No  respondería estas necedades si no procedieran de una de esas “vacas sagradas” y que ejercen su ignorancia como parte de un supuesto poder constituyente frente al poder constituido.  Pero él, sin saberlo, pertenece en lo cultural  al viejo  CONAC  y a su cultura conaquera de la cuarta república.  A su “izquierda” divina y exquisita, que siempre ocultó su racismo y su  eurocentrismo –su clasismo y su blancura- bajo el supuesto de “progresista” y hasta de  “revolucionario”.

¿NO DIFERENCIARÍAMOS A UN  MARACUCHO DE UN MARGARITEÑO O  DE UN ANDINO?

   De ser cierta esta afirmación  de  este intelectual con ese fundamentalismo uni-cultural, tan craso y reaccionario, no  deben  existir diferencias entre  un  maracucho y un  margariteño y un andino, entre un andino  de  Mérida y otro de Trujillo o de Táchira. Entre un wayuu de  la  alta, media y baja  Guajira. Entre un yecuana, un piaroa, un baré y un yanomami en Amazonas.  Entre un habitante de Puerto Ayacucho y otro de San Fernando. Entre un habitante de San Cristóbal y otro del otro lado de la frontera,  que está a la vuelta de la esquina en Cúcuta.  Además,  de ser cierto aquello,  todas estas regiones y  localidades,  deben  hablar iguaaaliiito. ¿No?  No existirían variantes dialectales, entre regiones y localidades, ni  existirían diferencias radicales  entre un idioma indígena y otro, ni variantes dialectales entre ellos. El wayuu de la alta, media y baja Guajira, habla el wayuunaiki como idioma, pero  al  mismo tiempo conoce sus variantes  dialectales. Un guayanés  hablaría igual a un andino y un andino igual a un  llanero. Sería  lo  mismo hablar en el castellano de Güiria y el patois de esa misma localidad. No  existieran diferencias  entre  el warao del alto, medio y bajo Delta y  el warao de Delta Amacuro, de Sucre en la zona de wariquen o  wuanoco y entre los warao de  Monagas.  O entre la península de Paria, la de  Cariaco y Cumaná en el mismo Estado Sucre, comprendiendo  los  chaimas, cariñas y warao de  esa misma región.  Y en Guayana,  la gente de El Callao o de Aripao, no se distinguirían unos de otros. O la gente de Aripao y la de Maripa, Moitaco y Camurica. Los pemón y la gente de Tumeremo  o de El Dorado, tampoco se distinguiría.  Así como afirmar que  la  gente en todos  los barrios de la Gran  Caracas, tiene una  “cultura homogénea” ya  que sería  la  síntesis de la  síntesis  de esa  migración interna  rural-urbana (o de algo que el genio de Pedro Trigo del Centro Gumilla llamó el “mestizo segundo”). Tamaño disparate.    Mire señor  intelectual ¿es que usted no conoce al país o nos supone  tan brutos a los venezolanos?

      Ahora bien, la  existencia de estas diferencias culturales, en unas regiones más pronunciadas que en otras, no significa  que no exista una  plataforma cultural común, una identidad nacional que nos permita entendernos entre sí y  establecer las formas de convivencia nacional como venezolanos. Y en este caso, las diferencias lingüísticas,  culturales y ecológicas y ecológico-culturales, diferencias que se expresan también en el  canto, la danza y el baile, la alimentación y otras variantes de la vida cotidiana, no son el obstáculo para  el  libre entendimiento nacional, ni inter-fronterizo, ni continental. Del  mismo modo, los  idiomas indígenas,  no son el obstáculo, ni  instrumentos de incomunicación entre venezolanos o entre venezolanos y colombianos fronterizos, entre venezolanos y brasileiros, entre venezolanos y caribeños, como a veces  lo  ha  planteado de mala fe esta caricatura de venezolano de quien estamos hablando, sin nombrarlo para la economía  del tiempo.  Dentro de su hispanocentrismo huero, este mismo  personaje  planteó en una oportunidad  que lo único que nos permite entendernos como venezolanos es la herencia hispánica, el idioma español y el catolicismo.  Este señor, se quedó en el siglo XVI en la  época de la expulsión de árabes y de judíos. Sólo que por aquí por América, la reconquista comienza por la expulsión y exterminio de los originarios de  sus tierras ancestrales. Y en el fondo del fondo,  reside el mismo problema: la cuestión de tierra y territorio y la disputa de este derecho a los pueblos autóctonos, a los que no quiere  considerar como pueblos sino  como  comunidades indiferenciadas en idiomas y costumbres de un pueblo indio a otro. Vale decir, es un esfuerzo macro-mediático, de gran tiraje en revistas,  periódicos  y libros para  que  una realidad tan compleja, quepa en su modelo, tan simple, como estúpido y  eco-etnogenocida.

MIRANDA Y  BOLÍVAR ¡YA ERAN SUDACAS!

        Tanto los arqueólogos, como los etnohistoriadores -y la arqueología es otra forma de historiar-, como la  etnohistoria tiene conexión desde el presente y desde cada presente, o la misma tradición oral como  las primeras  fuentes que pueden dar cuenta de la proteica diversidad sociocultural y humana de esta región venezolana, milenios antes de la  llegada de la conquista europea y la colonia. Sin embargo, dentro de esa gran diversidad, se conocían intentos de integración tan sólidos, que los arqueólogos  Mario Sanoja e  Iraida Vargas llegaron  a  la conclusión  que  las 7 provincias  que originaron la  Capitanía General de Venezuela  en 1777  eran  las siete áreas del  poblamiento originario precolombino.  De allí que resultaría un desconocimiento de  toda esta vertebración histórica milenaria, seguir afirmando que lo  único que nos caracteriza es el idioma español, el  catolicismo y la herencia hispánica.  De ser así,  debemos ser entonces “españoles” y no  “sudacas”.  Y como sudacas trataron a Bolívar, siendo hijo de españoles  o  a Francisco de Miranda, siendo hijo de  un  guanche canario.  Por eso no podían optar a los altos cargos políticos, eclesiásticos, militares y diplomáticos. Tenían limitados sus derechos ciudadanos y políticos, aún cuando los mantuanos constituían la casta de los terratenientes. De allí una de las causas políticas de la primera independencia.

EL  FUNDAMENTALISMO  INTEGRACIONISTA DE LA IDEOLOGÍA  UNICULTURAL

      Sigamos con el mismo cuento, aquel del hispanocentrismo huero y recalcitrante, integracionista, vale decir, fundamentalista, reaccionario, de que al comenzar  las  migraciones internas de un país, desaparecen-supuestamente-  por obra y gracia del espíritu santo, las diferencias regionales  y   locales ( “hasta con  indio y todo”, diríamos ahora para completarle su sueño, tajante y alevoso a este aludido intelectual),  No lo vamos a nombrar a fin de que ustedes puedan hacer un ejercicio de imaginación.     Se trató de una  entrevista de fecha reciente en un diario nacional,  siempre empeñado como Guillermo Morón, en negar de raíz, en su ancestralidad y en su presente histórico, nuestra diversidad cultural,  para   fabricar en su imaginario ultramestizo/ desmestizante,   un país virtual que satisfazga  sus  deseos  de  vivir en una Venezuela  uni-nacional, unicultural, uni-lingüe,  uni-españoleta… como lo soñara en la primera mitad del siglo pasado el nazi-fascista  José Vasconcelos, para entregar a la posteridad lo que es hoy,  un México  piti-yanqui, tratando de negar a sus  pueblos  originarios. El imperialismo norteamericano, enemigo real y muy concreto de México, que lo había despojado de  la mitad de su territorio fue lo que produjo aquel dicho popular de ¡Pobre México, tan lejos de  Dios y tan cerca de  Norteamérica!  Sin embargo, poner  a  los  pueblos  originarios de México  de “tan  enemigos del propio México” como los Estados Unidos, -metidos en la misma balanza, medidos con la misma vara-  es  realmente   un atropello y una vergüenza,  para terminar como terminan  todos los que agarran ese camino del   racismo poético y  sublime:  odiándose ellos mismos, odiando a México, odiando al indio que hay en ellos, lo que hay de español o de africano en la América Nuestra y  sintiendo

cada vez más cercanía y familiaridad con  los  Estados Unidos, hasta el extremo de llegar a afirmar de que  ellos no son parte de la “subdesarrollada” y “atrasada”   Centroamérica sino parte integral  de Norteamérica. Pero si esto es tan así ¿por qué existe el muro de USA contra la supuesta barbarie?  Por eso, como dice Galeano, no podemos seguir escupiendo el espejo. No podemos ser otros. No podemos ser como ellos. Seamos  nosotros mismos.

Como si la geografía humana, económica, cultural y política  fuera simplemente ocupar un lugar de ocasión en el  mapa del mundo, fácilmente prescindible y sustituible.  Sin embargo, el Muro entre México y Estados Unidos, es una  patada  en el trasero a ese tipo de aspiraciones y  lame-culismo, en ese empeño fallido de “querer ser como  ellos”, en el decir de  Eduardo Galeano. Me refiero –por supuesto-  a su clase dominante, avergonzada de sus propios orígenes.  Aunque en  ciertas  situaciones impusieron  ese  espejismo unilateral, de manera  insana  a   buena parte de su  propio pueblo. Infundieron  la vergüenza racial, étnica y  de clase y prosiguieron  el camino del  imperio español, de “integrar” para  desintegrar y  desintegrar para matar a los  pueblos y  culturas  originarias, a  la larga, en  extraño y estrecho  contubernio  con  el  apartheid  euronorteamericano y su conquista del oeste. El cacareado latinismo vasconceliano, fue un paso de enlace hacia el  pitiyanquismo  tecnocrático y transnacional.  Vale decir, otro paso al frente.

     De allí el peligro de  todo supuesto anti-imperialismo cobijado  en  el  colonialismo interno, al margen de una descolonización y  revolución cultural, que acompañe a la revolución política, económica y social.  De  allí el sentido altamente estratégico que tiene el viejo planteamiento de César  Rengifo, postulándose como un hombre de la anticonquista.  Porque  lamentablemente, todavía tenemos entre nosotros,  justificadores y legitimadores de la conquista y la  colonia, como  pudo  recordarlo en varias oportunidades  Enrique Bernardo Nuñez.

¡No más secuestro de  los poderes creadores del pueblo!

Tierra de Guaicaipuro, 23 de enero de 2011


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Saúl Rivas-Rivas


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